“El Gatopardo”, es una novela, del escritor siciliano Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1896- 1957) y llevada al cine por el también italiano Luchino Visconti en 1963.
La novela, ambientada en los momentos de la unificación italiana, propiciada por la revolución liberal dirigida por Giuseppe Garibaldi, e iniciada a mediados del siglo XIX, da cuenta del consejo que su protagonista Tancredi da a su tío, el príncipe Fabrizio de que la aristocracia siciliana aparente aceptar los cambios defendidos por Garibaldi y por la burguesía que busca consolidar su poder, con el fin de que la vieja clase dominante no pierda sus prebendas en riqueza y autoritarismo.
Este cinismo político, vuelto una realidad constante a partir del surgimiento de la mafia también siciliana y fortalecida, esta, al echar raíces en los Estados Unidos con el nombre de Cosa Nostra, es conocido con el nombre de “Gatopardismo”, y que en términos de nuestra mafia criolla es el siniestro juego que los traficantes utilizan con sus mulas en la circulación ilegal de estupefacientes, que consiste en sacrificar una de ellas para la que en verdad interesa pase con el alijo por los controles aduaneros y de policía.
Esta figura es la que ha venido utilizando el Centro Democrático en las presentes elecciones, primero sacrificó a Oscar Iván Zuluaga en beneficio de Federico Gutiérrez, y ahora sacrifica a Gutiérrez para pretender triunfar con el supuesto cambio proclamado por Rodolfo Hernández.
Porque se equivocan de cabo a rabo los que nos quieren hacer creer que el uribismo fue uno de los derrotados en esta primera vuelta. El gran derrotado fue el duquismo que quiso armarle rancho aparte a su mentor, como bien lo han dicho María Fernanda Cabal, Paloma Valencia y José Obdulio Gaviria.
No hay ninguna duda, el nuevo cuerpo ajeno de Uribe, es su viejo amigo y socio empresarial de Tomás y Jerónimo, el constructor Rodolfo Hernández.