Una definición de educación reza “la educación es el proceso de facilitación del aprendizaje y el refinamiento de conocimientos, habilidades, valores y hábitos en un grupo humano determinado. Se trata de un proceso complejo, que tiene inicio en la familia y que continúa luego en las instituciones escolares formales”.
Este enunciado incluye, por lo menos, tres componentes: cognoscitivo, humanístico y cultural. El primero se sustenta en conceptos como aprendizaje y conocimiento; el segundo hace alusión a los valores y el cultural se asocia con los hábitos. Debido al propósito de este escrito, me centraré en la parte humanística.
Los valores estructuran el comportamiento y la imagen que uno suscita en el otro. Conforme a una definición de valor, éste es una “característica moral inherente a la persona, como la humildad, la responsabilidad, la honestidad, el respeto…” Infortunadamente en muchos entornos se observa un debilitamiento de los valores, hecho que afecta la convivencia entre los seres humanos. Por ejemplo, para ingresar a una entidad que requiere hacer fila para la atención del caso, es común observar personas que recurren a estrategias indeseadas para ubicarse en los primeros lugares de la hilera.
Los noticieros reportan incidentes graves entre vecinos, provocados por el sonido estridente de la música que escucha alguno de ellos. Estos mismos medios informativos dan cuenta de individuos que ingresan a sistemas masivos de transporte por medio de formas que se apartan de la norma.
Mención especial merece la decisión del gobierno británico de no exigir visa a los connacionales que deseen viajar a dicho territorio. Sin embargo, en el pasado reciente, ante la avalancha de solicitudes de asilo, muchas de ellas sin fundamento, dicho gobierno decidió exigir de nuevo el mencionado permiso. Estos hechos, demandan una revisión exhaustiva del componente humanístico en nuestro sistema de educación.