La semana que está terminando ha sido para mí un laboratorio de vida. Unos días con sus noches de confrontación personal, de revisar actitudes, comportamientos y decisiones tomadas las cuales y como suele suceder siempre, cambian súbitamente nuestro plan de vida.
Un momento de mi existencia donde a pesar de estar rodeado de tanta gente, me ha hecho sentir el peso de la soledad, esa que se arraiga en el alma y que solo llena un momento de oración en el silencio de un cuarto o con la mirada fija en la imagen del Dios consagrado.
Me ha resultado imposible escapar a mi realidad. A tenerlo todo y ver cómo se desvanece como agua entre las manos. Comprobando que el perdón es irreal cuando se expresa desde la boca, pero está lejos de la mente, la que maquina todo, la que ordena y la que al final nos forza a tomar un camino.
Solo, intentando escaparme entre las imágenes y sonidos que proyecta una tele colgada en la pared, he comprobado que son los hijos la razón de ser y me parte el alma no escucharlos o verlos mientras llega el ángel de los sueños y sentir el beso de buenas noches y la petición de bendición.
Me excusan que haya usado estas líneas para un tema tan personal, pero fue la única manera que hallé para liberar la desazón que alimenta mi ser en este mayo interminable.
Soy un hombre de fe y por eso tengo la convicción que esta será una prueba superada y que de ella aprenderé como lo he hecho de cada momento de mi vida.
Con esa fe y esa esperanza los invito para que cada día corrijan aquellas cosas pequeñas que se convierten en errores que lastiman a quienes tenemos cerca sin darnos cuenta que más tarde que temprano nos pasará factura.
Hoy le he encontrado sentido a la frase: “el tiempo es oro” espero que no sea tarde y que por mi tozudez esté dejando apagar el brillo de ese tesoro. Que en mi caso se llama familia.
PD. Por favor este 29 de mayo salga a votar. Hágalo en oración para que el supremo nos dé un buen gobernante.