El suceso, que ocurre cada año en las zonas más extremas del norte del planeta, marca el inicio de 66 días consecutivos de oscuridad, donde la comunidad deberá adaptarse a jornadas sin luz solar, temperaturas bajo cero y una actividad cotidiana que depende por completo de iluminación artificial.
Pese a lo extremo del ambiente, los habitantes del lugar ya están acostumbrados a este ciclo natural. Comerciantes, pescadores, estudiantes y familias se preparan con sistemas de luz, rutinas especiales de descanso y actividades que permitan sobrellevar las largas semanas sin claridad.
Los expertos explican que la noche polar ocurre porque, durante el invierno, el eje de la Tierra se inclina de tal manera que el sol nunca logra elevarse por encima del horizonte en las regiones cercanas al Polo Norte.
Mientras el mundo entra en la recta final del año, Utqiaġvik se prepara para vivir su doble tradición: despedir al sol en noviembre y celebrarlo nuevamente a finales de enero, cuando el primer rayo marque el retorno de la vida luminosa después de dos meses de oscuridad total.










