Cuando hablamos de adicción decimos que se trata de una enfermedad crónica y recurrente del cerebro. Se basa en la búsqueda del alivio a través del consumo o uso de sustancias u otras conductas similares. Así, hablamos de la adicción al licor, al consumo de sustancias psicoactivas, al cigarrillo, etc. en las cuales las víctimas llegan a un punto tal, en que dichas sustancias las hacen necesarias para su diario vivir terminando, la mayoría de las veces, con su propia existencia, pues el consumo de este tipo de sustancias lleva a sus víctimas a la muerte.
Sin embargo, hoy hay una nueva adicción y es a la tecnología, al internet, al celular, a los juegos de video que poco a poco aíslan a nuestros jóvenes y aun a muchos adultos de las realidades en que se viven.
Hoy el uso del celular ha roto por completo las relaciones de familia en las cuales, incluso a través de memes, se muestra cómo en una familia que se supone que están dialogando entre ellos todos tienen en sus manos un celular y están metidos en su ambiente propio chateando, o jugando en él. Esto ha determinado que nuestros niños y jóvenes han dejado a un lado actividades fundamentales para su proceso de crecimiento como el deporte al aire libre para cambiarlo por “el deporte” con los dedos manipulando su celular o su tablet.
Es claro, que necesitamos cambiar nuestras conductas frente al uso de la tecnología si queremos, como he dicho en varias ocasiones en esta columna, fortalecer nuestras relaciones familiares. Al llegar a casa, desconectémonos de la tecnología y dediquemos tiempos importantes para el diálogo, la recreación en familia, la vida espiritual con el ánimo de que nuestros hogares no se conviertan en salas de internet, donde cada uno se refugia en su soledad.