Honduras, es un país geográficamente pequeño, pero con una gente inmensa en hospitalidad y en generosidad para con sus visitantes, máximo si ostentan el calificativo de poetas. Ser poeta, es mirado por muchos como condición deleznable o peligrosa, de acuerdo a la mentalidad y a las creencias del censor, pero en territorio hondureño, ser poeta, es una circunstancia objeto de encomio para quien la revela.
Por ello, los invitados al Tercer Festival Internacional de Literatura, Tegusícanta, fuimos consentidos, apapachados y aplaudidos por los asistentes, en Tegucigalpa y cuatro localidades más de la geografía hondureña, a saber: San Juancito, Cantarranas, Talanga y Ojojona, del 22 al 26 de julio de este 2025, en este evento, que iniciando en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, de inmediato se trasladó a la ruralidad, a sus escuelas, colegios, casas de cultura, y centros populares donde el público, y en especial la muchachada, nos recibió con pancartas de bienvenida, grupos de zanqueros, intérpretes musicales y una festiva atención a la palabra que uno a uno fue entregando el agasajado grupo de rapsodas.
Pocos festivales pueden ostentar una dosis tan alta de cuidado con sus convocados, como la explayada por Karen Ayala, directora del Festival y Otoniel Guevara, director de la editorial “Chifurnia”, coorganizadora del mismo, igual que su grupo de apoyo tanto en Tegucigalpa, como en los poblados subsedes del evento. Pocos festivales, pueden darse el lujo de suscitar tal fervor por la expresión poética. Pocos festivales pueden contar con tan importantes y reconocidos invitados, que dejan el ego en casa y fraternizan entre ellos, como la familia que en últimas somos.
Pocos festivales de literatura o de poesía tienen la calidez y la humilde grandeza de este Tegusícanta. Por eso quienes lo disfrutamos lo continuamos llevando en el corazón.