En medio del jolgorio que representa la llegada de un nuevo año y con unos cuantos tragos en el organismo, es común que hagamos una serie de promesas que en muchas ocasiones se nos olvidan rápidamente. Por eso, ya en sano juicio, un poco más tranquilos, y sin la bulla de la celebración, quiero proponerles amigos lectores algunos propósitos para este 2023.
Que tal si fortalecemos nuestras relaciones familiares.
Que bueno que este año fuera el año de la familia, de tratar mejor a la esposa, al esposo, a los hijos, de mejorar mi comunicación con cada uno de los miembros de la familia.
Que como hijos entendamos el valor de la obediencia y del buen comportamiento en todo sentido, que entendamos que es mejor estudiar y superarme personalmente que salir con amigos que poco me aportan y que mas bien me llevan a la perdición y al vicio. Qué bueno fuera que este año 2023 fuera el año de mi relación con Dios, que fortalezcamos valores espirituales como la oración, la participación en la eucaristía o el culto dominical, que sintamos que tenemos un Dios que nos ama y que está con nosotros en cada momento de nuestra historia.
Cada año nos proponemos ser mejores, este año 2023 puede ser el último de nuestra vida y tenemos que aprovecharlo al máximo permitiendo nuestro crecimiento personal, familiar y espiritual. Así es que, no nos quedemos esperando que las cosas se den por casualidad, no nos quedemos cruzados de brazos esperando que todo nos caiga del cielo.
Es importante que cada uno de nosotros ponga lo mejor de si mismo para permitir que este año sea lleno de gracias y bendiciones para cada uno, para nuestras familias, para nuestra ciudad y para nuestro país. Para todos un feliz año 2023 y que Jesús, hecho hombre por nosotros, nos llene de bendiciones y acompañe cada uno de nuestros actos.