Envidia de la buena sentí el pasado fin de semana al ver la romería de miles de personas hacia el municipio de Sevilla, tierra que además del verdor de sus cafetales, la amabilidad de sus gentes tiene ahora un bien inmaterial que va camino hacia convertirse en patrimonio de un municipio y porqué no decirlo de una región. Les hablo del Festival Bandola, un certamen que nada tiene que envidiarle al Mono Núñez de Ginebra o al mismísimo Petronio, orgullo de los caleños.
Y digo que sentí envidia de la buena, pues en esta región del centro del Valle tan rica y diversa, carecemos de un evento cultural que sea capaz de traer la gente de otras regiones para disfrutar y de paso inyectarle recursos a la economía, pues a través de ellos la industria del turismo y para usar un término de nuestro tiempo, se reactiva.
Lo triste de este sentimiento que me generó el rimbombante éxito de Bandola y que me alegra, pues es una manera de demostrar que se puede soñar y quitarle los ropajes de cenicienta a la cultura, fue recordar que producto de la falta de visión dejaron acabar y enterraron a Festibuga, la plataforma de lanzamiento de grandes estrellas de la música, único en su género en Colombia, camino que hoy recorre el Festival del Mate, el Guarapo y la Música Autóctona que organizaba Univalle y que, en sus últimas versiones, trepó lo mejor de lo mejor a su tarima.
Por eso celebro la noticia que recibí de buena fuente sobre la decisión de la Administración Municipal de retomar, junto a un amplio colectivo ciudadano, el evento universitario y en una apuesta arriesgada, fusionarlo con el Sancocho Fest, un certamen que también cala en el gusto de la gente y que puede resultar un buen experimento.
Lo que sí tengo claro, es que el festival de este año que marca el regreso de la gente a los escenarios, se debe dimensionar como tal y requiere de una necesaria y efectiva difusión para que el Valle en pleno se vuelque hacia Tuluá a disfrutar de ese coctel exótico de guarapo y sancocho.