Vemos con satisfacción y agrado que el alcalde de Tuluá, Jhon Jairo Gómez Aguirre, está cumpliendo paulatinamente con su programa de gobierno para bien de las personas más vulnerables, tal como lo prometió en su campaña cuando anunciaba su intención de trabajar por el equilibrio social y económico del sector céntrico de la ciudad con los barrios más alejados, de tal manera que pueda lograrse la justicia entre los habitantes tulueños para una vida digna y la tan anhelada convivencia pacífica.
Llevar el desarrollo a los más alejados es una tarea de nunca acabar, por razones históricas si tenemos en cuenta que regularmente se ha dado prioridad a las zonas más visibles, aplicando el refrán popular de que “hay que limpiar por donde pasa el patrón” y en este sentido se olvida, muchas veces, el crecimiento de la población, para nosotros especialmente la ubicada en el sector occidental de la ciudad.
Ahora observamos que el alcalde Gómez Aguirre, le da prioridad a las obras que son una necesidad prioritaria para la gente que vive en las mal llamadas zonas populares y de esta manera, equiparar el centro con el sector periférico.
Podemos resaltar los proyectos de construcción de la pista de patinaje y el coliseo de pesas, en el sector occidental, y el polideportivo en la institución educativa de Tres Esquinas, obras de beneficio deportivo muy importantes y necesarias para la comunidad estudiantil y su mejoramiento en la calidad de vida.
De otro lado, se ha anunciado la socialización de la pavimentación de la vía a Tres Esquinas, que ya parece el resultado de un bombardeo con misiles de alto alcance que dejan verdaderas troneras difíciles de sobrepasar, y de la construcción del puente Papayal, obras desde tiempos muy antiguos, una necesidades sentidas por la comunidad.
Al mismo tiempo, vemos la dedicación del mandatario local, en mejorar las vías del sector rural, especialmente en la parte plana, como la pavimentación al corregimiento La Rivera desde la doble calzada, entre otras obras que son urgentes para el desarrollo del campo y de beneficio a los cientos de personas que producen los alimentos trabajando con esfuerzo y ahinco la madre tierra.
Vale la pena mencionar el propósito de reabrir la Feria en su edición número 65 y recuperar su tradicional vocación agrícola y ganadera y las especies menores, cuando todo el país, miraba hacia Tuluá, como un ejemplo digno de imitar en materia de exposiciones nacionales.
Volver a los primeros tiempos es un acierto indiscutible y ojalá también rescatemos esa inmensa alegría de propios y extraños en este evento, eje fundamental, del crecimiento y desarrollo de nuestra gente.
Pero también es recomendable que se multipliquen los esfuerzos por combatir la inseguridad, como el lunar más visible de esta administración y que es común en todo el país, por razones de todos conocidas.