Una vez más, millones de personas en países donde se festeja la Navidad y el Año Nuevo, celebrarán con el fervor que éstas demandan. Como siempre, estas celebraciones especiales aportan un espacio necesario para hacer un alto en el camino, para reunirse con familiares y amigos, para revisar los planes ya cumplidos y de manera particular, para proyectar nuevos itinerarios, que han de signar el decurso de la vida. A pesar de lo anterior, la temporada festiva que se avecina, se encuentra cubierta por la sombra tenebrosa que deja a su paso el terrible virus, el mismo que ha ocasionado tanto dolor, que sigue mutando y cuyas nuevas cepas se vuelven cada vez más amenazantes y resistentes a los fármacos producidos para combatirlas. Así las cosas, tenemos que aferrarnos de forma asidua a las normas de bioseguridad, que desde el inicio de la pandemia se han divulgado y a los esquemas de vacunación, que ahora requieren la aplicación de los respectivos refuerzos. En este estado de cosas, duele mirar la falta de compromiso de algunos individuos, que no portan de manera adecuada el tapabocas, y que en algunos casos, incluso ni siquiera lo usan. Para colmar su falta de civismo, dichos individuos, las más de las veces reaccionan de forma grosera o violenta ante quienes les piden dar cumplimiento cabal a las normas del caso. Los medios televisivos han reportado algunos casos de esta clase. Algo similar se puede decir de aquellos que son renuentes a someterse al proceso de inmunización, mediante la aplicación de las diferentes vacunas generadas para el efecto, argumentando para ello, razones que carecen de fundamento científico. Sea ésta la oportunidad entonces, para convocar a todos los connacionales a demostrar valores como respeto y solidaridad para unidos afrontar esta crisis, que se ha constituido en un trago amargo para miles de familias en el mundo entero. Las previsiones que se tomen ahora, servirán para otear un futuro con mayor esperanza y sobre todo, con la presencia y el amor de nuestros seres queridos.