Esta no es una invitación para que se conviertan en madres o padres de familia, al contrario, es para decirles a aquellos que no quieren serlo, que no lo sean ni por equivocación.
Como lo mencioné en otro escrito, el mundo necesita que amemos más, necesita más amor, necesita que desde la célula madre de la sociedad, la familia, formemos mejores seres y no es una tarea fácil. No es egolatría, solo no podía dejar esta edición sin dedicar unas letras a esta nueva etapa en mi vida y a la que por los últimos 9 meses me inspiró, mi hija Martina.
Hace dos semanas me estrené como madre y a pesar de que tenía toda la disposición de serlo, no sabía a lo que me iba a enfrentar: una vida que apenas conoces te absorbe por completo, pero mágicamente te llena el alma, espíritu, la mente y el corazón.
No hay manual, no hay recetario, no hay teorías que te indiquen cómo serlo y cómo hacerlo a la perfección, solo queda hacer las cosas desde el amor puede ayudarte a alivianar la carga pues hay mucha presión alrededor. En medio de mi desconocimiento, solo puedo decir que este nuevo rol me lo tomo en serio y al mismo tiempo me voy a disfrutar como niña chiquita, pero sobretodo la voy a amar como si el mundo se fuese a acabar mañana.
Amemos más a nuestra niñez hoy para que tengamos adultos mejores en el futuro, amemos más para que crezcamos con menos traumas, la vida por sí sola es dura y más en un país como el nuestro, ojalá amemos más. Finalmente, creo que de eso se trata ser mamá o papá, amar a pesar de todo y entregarlo todo mañana, día, noche. Ese es el verdadero matrimonio que dura hasta que la muerte nos separe, la relación con los hijos, cuando la asumes con responsabilidad.
Hoy me les quito el sombrero a las madres y padres 10, qué labor tan dura y maravillosa, la verdad es un sentimiento indescriptible, la vida ya no es la misma.