Si a un tulueño de ayer o de hoy le preguntasen por un punto de referencia del municipio quizá mencione varios, pero necesariamente uno de ellos es el paso a nivel de la calle 25, una estructura construida en el año 1927 con la finalidad de facilitar el paso del tren. De este lugar, que posee una construcción con marcados diseños de la arquitectura de la colonia, no es su forma lo que llama la atención si no lo que acontecía y sigue aconteciendo cuando sobre la ciudad sobreviene un fuerte y torrencial aguacero.
Y es que se podría decir que desde su origen este emblemático sitio de Tuluá se ha inundado, a tal punto que se convierte en un obstáculo para la movilidad de quienes transitan de oriente a occidente, pero cabe recordar que otrora esta vía arteria del Corazón del Valle era doble sentido, es decir, que por esas calendas el caos era mayor.
Contada muchas veces
Durante 50 años EL TABLOIDE ha sido testigo de múltiples inundaciones en ese paso vehicular y las escenas de angustia que se vivieron fueron registradas en nuestras páginas y, sin duda, la más llamativa de todas es la del bus de la empresa Transtobar que acompaña esta nota y en la que se aprecia cubierto por las aguas casi en su totalidad. No se sabe qué pasó o cómo sortearon este momento los pasajeros de entonces para superar el angustioso momento.
En la mente de muchos tulueños están las imágenes de los jóvenes de la época que aprovechando el llenado del lugar practicaban los clavados en la «piscina» improvisada sin importar la suciedad del agua y el riesgo que presentaba.

A pesar de los avances de la ingeniería que ha permitido realizar diferentes trabajos en el sistema de alcantarillado de aguas lluvias, hoy prevalece la dificultad que se agrava debido a la cantidad de basura que arrastran las aguas desde los diferentes puntos de la ciudad y que terminan por tapar los sumideros.
Huellas de una tragedia
El momento más difícil que se recuerda en este punto geográfico de la Villa de Céspedes se remonta al año 1995, un domingo de feria que estuvo acompañado en la tarde por un fuerte aguacero que, como se esperaba, inundó el paso a nivel pero además una humilde vivienda, en el barrio Escobar, cuyo sótano se llenó de agua por completo; allí perecieron Sonia González Useche, su hijo Alejandro de 7 años y un hombre mayor que EL TABLOIDE registró en su edición del 24 de junio de 1995 como Juan N.

¿Qué pasó?
Según lo recuerdan los habitantes, la tragedia se suscitó porque unos meses antes el entonces alcalde, Gustavo Álvarez Gardeazábal, ordenó demoler un muro contiguo a la estructura, lo que hizo que las aguas una vez llenaran la oquedad tomaran rumbo hacia las viviendas con el saldo ya mencionado.
El operativo de rescate se inició tan pronto cesó la lluvia y cuando los residentes en el inquilinato se percataron que faltaba don Juan, al igual que Sonia y su hijo. Los dos adultos fueron extraídos del lugar mientras que el cadáver del pequeño fue encontrado en la mañana del lunes festivo.
Del operativo tomaron parte los socorristas de Bomberos, Cruz Roja y Defensa Civil con la presencia del abogado Jesús Ernesto Victoria Valderruten, quien se desempeñaba como secretario de Gobierno del municipio.
Volvió el muro
Casi de inmediato y atendiendo una acción de tutela impetrada por los vecinos del sector, el alcalde Aymer Arango Murillo ordenó levantar el muro que, desde ese momento y hasta el 2016, los tulueños llamaron el muro de “Gardeazábal” recordando la tragedia allí vivida y que le representó al municipio la obligación de pagar una indemnización a las familias de las víctimas por el orden de lo 117 millones de pesos.
El muro finalmente fue derribado por la Administración Municipal en el año 2016 y, aunque Centroaguas ha adelantado mejoras en la red de alcantarillado de agua lluvias, el pasonivel de la calle 25 cuando llueve se inunda y sin querer se ha convertido en el fluviómetro que mide la intensidad de un aguacero cuando cae en Tuluá.