A pesar de las advertencias que desde muchos sectores se hacían, la ambición y el querer salir de pobres de un solo tajo no les permitía ver la realidad.
Cuenta la historia que los primeros inversionistas sacaron utilidades y eso generó que una avalancha de nuevos clientes llegara para aportar sus capitales.
Cuando la debacle empezó, hizo presencia la palabra pirámide, un sistema de ahorro exponencial y donde a mayor cantidad de aportantes más altas eran las probabilidades de ganar.

Lo que pocos imaginaban es que la alegría iba a durar muy poco y de la abundancia total pasaron a soltar lágrimas pues los dueños de las firmas que llegaron a ciudades como Buga Tuluá, Palmira, Cali y Cartago se desaparecieron como por arte de magia y con ellos el capital de muchos años de trabajo.
En el caso de Tuluá, la firma que vendió la ilusión fue Forest Capital, que desapareció un 10 de noviembre por lo que filas de personas decepcionadas se tomaron las calles lamentando su suerte. El 11 de noviembre los clientes se encontraron con el aviso: «volvemos a trabajar el lunes 23 de noviembre», pero resulta que justo caía un domingo. “Lo que me dijeron cuando me llamaron fue que la oficina iba a cerrar, entonces los que estuviéramos cerca de cobrar íbamos a recibir nuestro dinero, pero no fue así», recuerda María Margarita. «Había mucha gente afuera e hicieron entrar a unos cuantos dizque para devolver el dinero, pero no pasó nada”, dijo otra de las víctimas de la estafa.
Se estima que en la Villa de Céspedes 270 personas fueron afectadas pero la cifra puede ser mayor, pues muchos por pena guardaron silencio. La locura por las pirámides logró penetrar gran parte de los distintos niveles socioeconómicos colombianos, la influencia sobre la política y a su vez la competencia entre distintas pirámides terminó por suscitar no solo una crisis en los departamentos más afectados como lo fueron Putumayo, Nariño, Cauca, Valle y el Eje Cafetero.