Por estos días, cuando Tuluá vive la versión 67 de su Feria Exposición, hemos extraído de nuestro archivo algunas imágenes y momentos que guardan relación con el certamen festivo que, con base en el esfuerzo y trabajo de muchas personas, ha logrado mantenerse en pie a pesar de las diferentes dificultades, que se han presentado a lo largo de su historia.
Justamente uno de esos momentos tiene que ver con la visita de la «Guarachera» de Cuba, Celia Cruz, a la Villa de Céspedes, visita que tuvo características muy particulares.
Entrega de llaves sin concierto

La primera visita de la connotada cantante de la isla caribeña, se dio en diciembre de 1997 cuando llegó para ofrecer un concierto en el coliseo cubierto del Gimnasio del Pacífico. Como era de esperarse la visita despertó una gran cantidad de emociones entre los tulueños y centro vallecaucanos, pues por vez primera una vocalista de talla mundial llegaba a la ciudad.
Ese viernes 19 de diciembre las instalaciones de la alcaldía colapsaron, pues el alcalde de ese entonces, Luis Eduardo Calderón Borja, le ofreció un homenaje entregándole las llaves de la ciudad y un decreto de honores pocas horas antes de su presentación.
En esa ocasión, Celia dio muestra de su carisma y entrega al público y se tomó infinidad de fotos con quienes abarrotaron los pasillos del CAM, le concedió una entrevista exclusiva al ya desaparecido Alexánder Torres Candelo, firmó papeles y carátulas de sus discos y acompañada por Alexánder Espejo llegó en medio de una gran cantidad de acompañantes, a la redacción de EL TABLOIDE, donde posó para las camáras dejando para la posteridad una postal juto a su inseparable «copito de algodón» Pedro Knight.
Pero curiosamente y, a pesar del fervor que se sentía, esa noche nadie la escuchó cantar pues la afluencia de público no fue la esperada.
Una nueva cita
Pero la artista internacional tenía en su destino de vida reservada una nueva visita a la Ciudad Corazón, la cual cumplió en Junio de 1999 cuando engalanó la parrilla de la Feria de los tulueños donde compartió escenario con salseros como Luis Alberto «El Canario», las orquestas Ricarena y D`Caché, Miguel Morales y su conjunto vallenato.

Esa noche, el coliseo Manuel Victoria Rojas se convirtió en hervidero humano donde, como se dice coloquialmente, no cabía un alfiler y la zona de espectáculos «Gonzalo Londoño Pineda» se convirtió en una pasarela donde todos querían una foto con la cantante cubana.

En la memoria de los asistentes reposa la imagen de un negro fornido que se abrió paso para entregarle a Celia, de parte del Ingenio San Carlos, un bulto de azúcar para rendirle homenaje a la expresión que solía lanzar para demostrar su sabor y alegría en cada uno de los conciertos.
Fue tal el revuelo que causó la traída de Celia Cruz a la Feria que dio hasta para un debate del Concejo Municipal, pues para algunos cabildantes de la época la cifra que para ese entonces se canceló era escandalosa. Ese debate lo enfrentaron Jorge Andrade Rada y el desaparecido empresario artístico Fadul Arredondo, quien cerró su intervención diciendo que se tenía que cambiar la concepción del certamen para traer artistas de calidad y no de relleno.
Para muchos ese fue el inicio de un cambio total en la parte artística de la Feria, pues el listón después de la del 99 quedó muy alto y en el afán de igualarlo o superarlos, se metió a la dinámica de grandes parrillas a precios exhorbitantes generando la crisis que hoy vive el certamen.