Durante casi una década, el equipo supo mantenerse entre los grandes, pero fue en 2002 cuando alcanzó uno de sus hitos más recordados: se convirtió en el primer club colombiano surgido de la B en disputar una Copa Libertadores de América.
La hazaña fue el resultado del destacado desempeño en el torneo colombiano del primer semestre de 2001. Aunque en esa época ganar esta fase no otorgaba estrella, sí aseguraba un cupo al certamen continental.

Bajo la dirección técnica de Óscar Héctor Quintabani, quien asumió el timón en 1998, Cortuluá se consolidó como una escuadra competitiva y con identidad.
Detrás de este logro estuvo la visión de su presidente Oscar Ignacio ‘Nacho’ Martán, quien conformó una nómina de peso para enfrentar el reto internacional.
Llegaron figuras como Francisco ‘Miyuca’ Mosquera, defensor con recorrido en Atlético Nacional; Rubén Darío Velásquez, eje en el mediocampo del Once Caldas; y William Vázquez Chacón, repatriado de Newell’s Old Boys. También arribaron refuerzos internacionales como el brasileño Marcos Paulista y el uruguayo Alex Rodríguez, procedente de Arsenal de Sarandí.
Pero el fichaje que más expectativa generó fue el del talentoso volante Mayer Candelo, quien venía de destacarse con América de Cali. A ellos se sumaban nombres ya conocidos por la afición como Diego Gómez, Alexánder Posada, Robinson Rojas, Julián Barahona, Rogéiro Paulista y el chileno Carlos Molina, emblema del equipo.
Legado imborrable
Aunque los resultados no acompañaron, Cortuluá dejó huella en la Copa Libertadores, demostrando que la pasión y el trabajo bien hecho pueden llevar a un equipo modesto a competir frente a los grandes del continente.