Hace mucho tiempo existía una asignatura en los colegios en la cual se nos enseñaba a cultivar los valores ciudadanos y cívicos: no bote basura al piso, respete la fila, respete las señales de tránsito, cante con alegría y respeto los himnos, etc. Eso estaba acompañado del testimonio y el ejemplo de los padres de familias, que, desde el hogar, nos enseñaban y cultivaban en nosotros ese tipo de valores.
Hoy, la situación es bien diferente y aunque en los centros educativos se tiene como cátedra obligatoria ética y valores, donde se supone que se enseñan este tipo de valores, parece que los maestros estamos sembrando en el desierto, pues pocos resultados se ven en la vida diaria, porque desgraciadamente como adultos en el hogar, la educación en, estos valores deja mucho que desear.
Los símbolos patrios no se respetan, ni siquiera entonamos con respeto nuestros himnos, los cuales en algunas ocasiones ni los sabemos. La bandera ni siquiera la izamos en las fiestas patrias y ni hablar del respeto por las normas de tránsito, las cuales nos “pasamos por la galleta” y pasarse el semáforo en rojo, e ir a grandes velocidades se volvió el pan nuestro de cada día.
¿Será que somos una sociedad en la cual obedecemos cuando nos castigan? ¿Será que para cumplir las normas de tránsito, necesitamos las cámaras en cada semáforo o que haya uno guarda en cada esquina? ¿No será mejor que cada uno por convicción entienda que debemos buscar una ciudad civilizada, donde cada uno desde su interior entienda que debe el respeto por los símbolos patrios y por las normas que nos permiten convivir de manera pacífica? ¿No será mejor que como adultos entendamos que las palabras se las lleva el viento y que es el ejemplo el que arrastra y que nos ayuda a vivir mucho mejor?
Recuerda que en la medida que obedezcamos esas pequeñas normas y valores que tenemos en la sociedad nos dan autoridad moral para exigir que las normas y valores que establecemos en el hogar sean cumplidas a cabalidad.