Casi por lo regular, durante las campañas políticas de todos los tiempos, se saca a relucir lo malo de un país determinado y los aspirantes a los cargos públicos se basan en los fracasos de sus antecesores para resolver los principales problemas de la región con el fin de anunciar sus posibles soluciones con un supuesto plan de trabajo, esta vez, más acertado, creativo, responsable y eficaz.
Y es así como se plantean todas las dificultades, problemas sin resolver, crisis en los sectores de la sociedad, conflictos, los males profundos que giran alrededor de la inmensa mayoría de una población. Colombia no escapa a este fenómeno, sobretodo después de la pandemia, del paro nacional y del bloqueo de vías, sumado a lo anterior las anunciadas consecuencias de la guerra en Ucrania.
Se ha apoderado del alma nacional la tendencia a ver solo lo malo que ocurre en el país, ocultando los grandes esfuerzos que día a día hacen miles y miles de personas, muchas en silencio, que trabajan de sol a sol, que se ingenian nuevos retos haciendo de la tierra un mejor lugar para vivir. Hechos contundentes lo confirman.
Estamos catalogados como uno de los países más felices del mundo, basta mirar hacia Barranquilla, el Carnaval que despierta el entusiasmo, la alegría y las ganas de vivir en un lugar repleto de colorido, música y baile, en donde se comparte esa amistad esencial y profunda de la territorialidad y atraen millones de turistas que disfrutan de la alegría de vivir.
Con la reactivación de la economía hemos visto la atracción mágica del Eje Cafetero, en donde la cultura arraigada cientos de años atrás, se presenta ante propios y extraños como esa fuerza íntima cargada de sueños y de esperanza, resumida en una taza de tinto servida en las mañanas de las casas cordilleranas.
Existe una corriente, que llega con fuerza desde las redes sociales, a criticar, destruir, desmejorar la institucionalidad, sea como sea. Para una muchedumbre incontable, anónima y que tiende a barrer con todo principio de autoridad, no existe nada bueno en nuestro país, todo ha sido mal hecho y la amargura, el resentimiento y el derrotismo, giran alrededor de sus mentes en forma permanente, quieren algo novedoso, incontaminado, puro, pero ignoran que la humanidad ha luchado incansablemente, a través de los tiempos, por lograr la convivencia pacífica, la tranquilidad y la paz.
Todo lo alcanzado, como una democracia, unas sanas costumbres, aprender a vivir con las diferencias, el estudio, el trabajo, disfrutar de los parques, de los mares y los ríos en familia, son hechos concretos y contundentes que se han obtenido por un aprender constante, el diario trajinar de la cotidianidad. Ver y sentir esa alegría profunda de Mauro Castillo, el cantante de uno de los temas musicales de Encanto, cuando una niña en condición especial le pide que interprete «No se habla de Bruno» es inolvidable. Un sueño de la niña cumplido es maravilloso.
Vamos a ser positivos, no queremos estar al lado de los malquerientes, de los negativos, de los críticos, rencorosos, resentidos y vengativos, nada podríamos esperar de quienes todo lo ven mal, porque no les queda tiempo de hacer el bien. La paz nace desde el corazón mismo de cada persona y compartirla, es el inicio de una nueva Nación, trabajemos con solidez, entusiasmo y perseverancia como la única forma de la convivencia.
Miremos hacia las estrellas y veremos la luz, si nos inclinamos hacia el suelo, solo veremos el barro. Este país, es nuestro país, vamos todos con altura y lucidez a trabajar juntos.