Recuerdo a mi papá, don Pedro Simón, que semanalmente compraba El País de Cali, para leernos en la casa, la columna escrita por Gustavo Álvarez Gardeazábal, titulada Cada semana un libro. Se trataba del comentario analítico, que hacía el Maestro, de los libros que leía durante la semana anterior. Y entre los papeles que ya poco me quedan de él, mi papá, encontré una columna escrita por Gardeazábal, en el periódico El Colombiano de Medellín, en diciembre de 1983. En ella rendía homenaje a uno de los más destacados escritores costumbristas del eje cafetero, Euclides Jaramillo Arango, al celebrarle sus 75 años de edad. Gustavo, fue el encargado del discurso de honor, en el cual hace un recorrido por la vida fecunda del escritor cafetero, quien nació en Pereira, pero se radicó en Armenia, donde luchó por la creación de la Universidad, y del departamento del Quindío, ocupando, además, importantes cargos públicos. Político liberal, fundador de periódicos y de noticieros radiales. Abogado, egresado de la Universidad Libre de Bogotá y docente de la Universidad del Quindío. La Biblioteca de la UniQuindío, lleva su nombre.
Escritor incansable, como Gardeazábal. Entre las tantas obras del referido escritor tenemos, Un Campesino Sin Regreso, en el cual se refiere Gustavo, en su discurso y dice: que es un libro que no tiene pares. Nada le iguala, una escultura tremenda que reproduce con entera sujeción a la verdad, La vida de ayer sin retorno.
Y titulé esta nota, Gracias Gardeazábal, porque el Maestro, con la nota aparecida en El Colombiano, me impulsó a leer sobre Euclides Jaramillo Arango y gracias a don Pedro Simón. Encontré como lámpara mágica la obra, Un Campesino Sin Regreso, libro que habla sobre la violencia política, desde 1949. Pero la grata sorpresa al abrir el libro y al revisar el prólogo antes de empezarlo, el nombre de su autor, era el de un profesional del Derecho que dio lustre a Tuluá, un intelectual de altos quilates, un demócrata integral, un liberal por convicción, como los de antes, no por ambición, el doctor Mariano Jaramillo, poseedor de una envidiable biblioteca, de una cultura sin igual y un caballero a todo dar. Mi padre me hablaba de él, como una persona extraordinaria. Residía en la carrera 26 entre calles 29 y 30. Sacaba su silla al andén para leer diariamente los periódicos.
Creo que ha llegado el momento que los pensadores de Tuluá, hagan una revisión sobre la vida brillante de este ilustre hombre y se dé a conocer, a quienes no saben de Tuluá, ni de su gente.