Si la memoria no me falla, fue por allá en el año 2017 que escribí mi última columna para El Tabloide, hoy, gracias a la generosidad de la señora Nilsa López de Espejo y de Alexánder, su hijo, vuelvo a este prestigioso semanario a compartir mis inquietudes sobre disímiles temas desde las páginas de su sección editorial; el regreso coincide con un año muy especial porque El Tabloide cumplirá este 19 de julio 50 años de fundado por el siempre recordado don José Wenceslao Espejo R.
Informar, opinar, durante 50 años consecutivos en esta enrevesada Colombia no es tarea fácil, se necesita además de la pasión por el oficio- saber navegar en las aguas embravecidas de un río que en ocasiones pareciera que nos fuera a ahogar a todos en sus aguas desbordadas, aquí no hay que salir a buscar las noticias, ellas te inquieren sin desmayo, te atosigan, te persiguen y no te dejan en paz hasta no ver que su historia ha sido reportada y publicada.
Eso precisamente es lo hecho por El Tabloide en los últimos 50 años, asumiendo el reto con perseverancia, objetividad y profesionalismo, no solo desde el medio impreso sino también desde la virtualidad electrónica de hoy.
Estaré escribiendo sobre una realidad compleja y contradictoria porque cualquier tema, por baladí que sea, más si es gubernamental, tiene un dueño que no permite contradicción ni corrección alguna, el método dialéctico se tiró por la borda, no existe más, un ejemplo de ello es el gobierno Petro que, solo para dar un ejemplo, convirtió la “paz total” en guerra total, pero los funcionarios siguen diciendo que no, que vivimos en el país imaginado, el de la Utopía de Tomás Moro, o en el bíblico paraíso terrenal.
Esta semana el presidente salió a decir que el empresariado miente, que no hay tal violencia y se los hace saber en su tradicional forma de gobernar, a través de su cuenta de X, diciéndole al Consejo Gremial Empresarial que “dijo una gran mentira a los colombianos” pues según él “tenemos sí.. focos regionales de violencia”, cuando la evidencia muestra un país cosechando violencia por todas partes. De no creer.