La Selección Colombia de mujeres en la Copa América tiene un impacto más allá del triunfo deportivo. El equipo liderado por las talentosas y lindas jovencitas que quedó subcampeón ante el Brasil, en un partido en el cual, si el fútbol fuera solo de méritos, las nuestras debieron haber alzado la copa que tanto soñaron.
Pero la satisfacción por lo que lograron estas guerreras no solo pasa por lo ocurrido en el campo de juego: por momentos incluso podría pensarse que lo que menos importa es el marcador final si tenemos en cuenta el significado que el fútbol femenino está teniendo en la trasformación de la cultura, de la mente, de los colombianos.
El fútbol de mujeres es hoy uno de los más poderosos símbolos de inclusión en la sociedad. Este desempeño en la Copa América es una bofetada muy elegante para quienes en Colombia siguen creyendo que hay espacios de privilegio solo para los hombres.
Hablando de la discriminación, la Copa América fue la ocasión para que las jugadoras de la Selección protagonizaran un bello comercial creado por Homecenter: “La cancha libre de estereotipos” en el que animan a las niñas que apenas comienzan a dar sus primeras patadas al balón a que no se dejen intimidar por comentarios discriminatorios. ¿Cuánta discriminación, cuánto dolor, nos vamos a ahorrar gracias a los buenos resultados de la selección de mujeres? Si este subcampeonato sirve para que a cientos o miles de niñas no las matoneen por seguir sus sueños ya valió la pena.
Hace apenas cuatro años un dirigente del fútbol, que había sido senador, pedía no seguir con la liga de mujeres y dio razones tan absurdas como que “las mujeres son más tomatrago que los hombres” o que el fútbol femenino “es un caldo de cultivo del lesbianismo”.
Ahora bien, una cosa es la discriminación, inaceptable y en contra la cual Colombia tiene que seguir ganando terreno, y otra distinta es el fútbol como espectáculo que va de la mano del negocio. Es cierto que el fútbol de mujeres, en general, todavía no mueve las masas ni los montos de dinero del fútbol de los hombres, pero ahí van.