En el alma humana siempre ha existido el anhelo de igualdad a pesar de largos periodos de esclavitud y vasallaje de las épocas oscuras, de la explotación inmisericorde y del desconocimiento de elementales atributos.
Las religiones lo exaltaron siempre, como principio, aun cuando la tolerancia llevó a convivir con los abusos. Pero la noción del derecho a la equidad es reciente.
El historiador y filósofo Toynbee anotaba en la centuria pasada que: ”Dentro de 300 años, el siglo XX no se recordará por sus guerras, ni por sus conquistas de la distancia y de la enfermedad, ni aun por la división del átomo, sino por haber sido la primera época desde el comienzo de la civilización hace 5 o 6 mil años en que el pueblo se atrevió a considerar como posible hacer que lo beneficios de la civilización llegaron a toda la raza humana”. Por eso ahora es más urgente el desarrollo integral, en sus dos aspectos, el económico y social.
Las masas irredentas, que en el pasado estuvieron aparentemente resignadas a su suerte, han cambiado con ansia de justicia y aspiran a ver que la situación cambie.
De seguro no ignoran que muchos beneficios solo serán para la generación venidera, pero constatan que el proceso se ha iniciado firmemente. Y tienen razón, por cuanto los avatares, que colmaron de optimismo a un pensador de la talla de Toynbee, no han logrado erradicar las grandes desigualdades que aun subsisten en los países de mayor prosperidad y donde imaginamos ya las estructuradas sociedades igualitarias hacia las cuales deben orientarse todas las naciones.
La organización colombiana ha dado suficientes muestras de flexibilidad como para que nos arredre el desafío de los tiempos que vivimos. Sus estamentos dirigentes han sido permeables a la necesidad de evolucionar y no han erigido barreras infranqueables, como en otras partes el tropel de la inconformidad, hubo de arrasarlas.
Los conductores políticos, con pocas excepciones, no han sido inferiores al llamado del destino y de la suerte de nuestro pueblo y por eso debemos de buscar el mejor futuro para nuestro pueblo.
Solamente una persona con mentalidad política y con brillante inteligencia, puede conducir un gobierno con equidad y servicio social, con paso firme en la conducción por el sendero que lleva a la anhelada igualdad, a la supresión de la pobreza, como ha sido el objetivo del Liberalismo de avanzada y demócrata, para marcar en la historia política de nuestra patria su nuevo derrotero, porque llegó la hora del cambio y de la igualdad social y política de la nación.