Para adentrarnos un poco a la historia de la plaza esculcamos en la memoria del abogado y político Henry Escobar Holguín, un hombre que, según cuenta, se tomó muchos biberones en este lugar, pues su madre lo dejaba debajo de los mostradores mientras laboraba en la venta de tomates en otro de los patios.
DATO: De acuerdo con los cálculos la plaza del mecato tiene cerca de 90 años de fundada en la galería.
De esa infancia, Escobar Holguín, quien se echó al hombro la tarea de mantener el legado de su madre, recuerda que la plaza del mecato era el punto de encuentro de los tulueños y por ese lugar pasaban figuras de la política, la cultura, la vida municipal y todos ellos llegaban atraídos por las viandas que allí se preparaban y siguen preparando.
“Era otro Tuluá sin duda, pero lo que quiero resaltar es que en este lugar, a pesar de todas las dificultades propias de los seres humanos, hemos podido mantener encendida la llama de la tradición gastronómica y dulcera y aunque las visitas no son tan numerosas como en antaño siguen pasando tulueños que no pierden la costumbre de tomarse un champús, un masato con trasnochado, un trozo de natilla o una porción de brevas o desamargado entre otras delicias”, dice.
Sin duda el secreto de la plaza del mecato de Tuluá está en el amor que cada una de las personas que allí laboran le ponen a cada manjar que preparan, tarea en la intervienen los hombres y mujeres que han mantenido vivo el lugar.
En el caso de doña Onelia Aguirre, quien falleció a los 93 años, siempre recordaba haber llegado al lugar a los 10 para ayudarle a su abuela que trabajaba en el lugar en un principio con los derivados del maíz y luego se le fue dando vida a otras preparaciones, punto de partida del negocio que hoy subsiste a pesar de la modernidad y los cambios de la sociedad.
Una mujer generosa
Henry Escobar Holguín, quien ha sido funcionario, concejal y líder político, recuerda a doña Onelia como una mujer alegre, dicharachera, pero ante todo desprendida de todo y fue ella quien le abrió la puerta a su abuela Belisa para que trabajara en el lugar y creciera su propio negocio.
“Mi abuela era de Buga y tras la oportunidad recibida puso de su experiencia y de a poco con la ayuda de mi madre Fanny le dieron vida a un emprendimiento para ponerlo en términos de hoy, el cual hemos podido continuar”, asegura el jurista que además expresa que si lo ponen a escoger entre su profesión o seguir vendiendo mecato, se queda con la segunda, pues es allí donde se siente feliz.
Y no exagera el jurisconsulto, pues basta con mirar a quienes allí laboran para darse cuenta que la alegría y el amor son claves para que el lugar no pierda la magia y siga siendo el punto de referencia de la plaza de mercado de los tulueños.
“Yo le digo sinceramente que no sé cómo saco tiempo para estas actividades, pues las debo combinar con mis labores de abogado, pero cuando me pongo en la tarea de preparar los productos que ofrezco a los clientes el cansancio y los afanes del día a día se me olvidan”, comenta Escobar Holguín, quien dice estar buscando en su familia a un sucesor, pues sus hijos se encaminaron por la medicina y la ingeniería industrial.
Onelia Aguirre y Belisa Holguin son sin duda toda una leyenda en este lugar. Hoy su familia mantiene viva una tradición que endulza muchos paladares.
Y es que hablando de legados, Henry Escobar lo recibió de su madre Fanny y esta a su vez lo había hecho de doña Belisa, quien llegó desde Buga y nunca más dejó a Tuluá.
En el otro módulo está la heredad de doña Onelia y según cuentas ya está en manos de la quinta generación de la familia.
Las dos familias no han claudicado en esa tarea a pesar que los tiempos han cambiado, a tal punto que muchos jóvenes hoy no saben qué es un masato, un champús y la natilla que consumen es la de caja.
“No es una tarea fácil mantener el legado, pero lo haremos hasta que Dios nos recoja de este plano terrenal con el amor y la dedicación de siempre”, puntualiza el abogado tulueño que deja escapar en cada palabra un toque de nostalgia y añoranza.