La celebración del 20 de julio en nuestra región centro vallecaucana demostró una recuperación del espíritu cívico y amor a la Patria de manera formidable con un desfile espectacular que reflejó la gran confianza de la gente en un país con valores imperecederos, heredados de los antepasados y que perduran en la sociedad ante el ímpetu del modernismo con sus nuevas tecnologías que pareciera, a simple vista, destruir el humanismo con sus libertades y derechos adquiridos durante los últimos tiempos.
Esta juventud arrolladora, conmovió y contagió de una alegría suprema a todos los que tuvimos la oportunidad de ver las comparsas bien integradas e interpretando los bailes autóctonos de las distintas regiones que demuestran la inmensa riqueza cultural que tenemos y ahora se reviven de manera formidable para recuperar la confianza en que sí se puede soñar con un mejor país y además, que existe una muchedumbre silenciosa, trabajadora y feliz, que refleja el profundo sentimiento de afecto y cariño por su Patria que quiere intensamente crecer en armonía y en paz verdadera para lograr el bienestar de todos los colombianos.
Los niños interpretando la historia de las luchas por la independencia estuvieron estupendos, es un motivo más para creer que la educación es primordial para alcanzar el desarrollo y crecimiento de la sociedad y conocer la historia es indispensable para amar la tierra y tener sentido de pertenencia y recuperar la confianza en las instituciones que son necesarias para continuar en esa tarea titánica por la equidad y la justicia.
De las calles tulueñas y de otros municipios vecinos, surgían a borbotones las diversas manifestaciones culturales que son nuestra mejor riqueza nacional, convirtiendo la Plaza Cívica Parque de Boyacá en la gran fiesta cívica por excelencia, en donde la música, el baile y la danza se entrelazaban en un abrazo de paz y convivencia, que por años había desaparecido del imaginario.
De verdad que fue una gran conmemoración que nos condujo a esos primeros años de lucha del pueblo, entre odios, opresiones, injusticias, desconfianzas, pero superados por el amor a los más débiles, al amor por la justicia y la libertad, convertidos en los bienes más preciados de la gente, que nunca serán quitados del corazón del hombre.
Esta conmemoración se convirtió en un “oasis en el desierto” después de una jornada electoral marcada por las mentiras, odios y rencores, que no terminan, tal como lo vimos en la instalación del Congreso de la República y esperamos que estas alegrías conmuevan a los líderes del país para trabajar incansablemente por la recuperación del civismo, el amor por lo nuestro y construir puentes en lugar de paredes, abrir las puertas en lugar de cerrarlas, para volver a creer, a sentir con el corazón, en otras palabras a vivir en paz.
No puede ser de otra manera, es un llamado a unir, a pesar de las diferencias, a deponer odios históricos, a colaborar, antes que estar poniendo el palo en la rueda, así lo demostraron toda una juventud conducida por sus maestros dedicados a crear un nuevo sentimiento de patria en solidaridad, dando cabida a todos sin prejuicios, falsos orgullos y veleidades.