La noticia causó rabia, impotencia y dolor, no solo entre sus seres queridos sino entre muchas de las personas que hacían parte de sus movimientos y grupos políticos y, por supuesto, la opinión pública nacional, que rechazó el hecho.
Hablamos de la masacre, del asesinato de 11 de los 12 diputados de la Asamblea del Valle del Cauca que fueron secuestrados el 11 de abril de 2002 por un comando de la guerrilla de las Farc, que los tomó cautivos en el mismo recinto y mediante engaño, haciéndose pasar como miembros del Ejército, los hicieron abordar un bus en el que ya se identificaron como integrantes del grupo subversivo.

Pasaron los años y el cautiverio se prolongó a pesar de los ruegos, peticiones y negociaciones de familiares y del mismo Gobierno Nacional con esa guerrilla.
Sin embargo, el 18 de junio de 2007, un supuesto intento de rescate, que es la versión que manejaron los voceros de esa agrupación al margen de la ley, terminó con la muerte de los secuestrados. Solo uno de ellos sobrevivió, Sigifredo López, porque, al parecer, no se encontraba junto a sus colegas.
Cuatro de los 11 diputados asesinados eran oriundos de la región: Édison Pérez Núñez y Francisco Javier Giraldo Cadavid, tulueños. Pérez Núñez por primera vez llegaba a la duma departamental, después de que hiciera parte de la administración del alcalde de Tuluá, Ramiro Devia Criollo, de quien fue su secretario de Hacienda.
Giraldo Cadavid era hijo del reconocido líder político del Partido Liberal, Ramón Elías Giraldo Gómez.
Nacianceno Orozco Grisales, oriundo de Caicedonia, de filiación conservadora, era un connotado dirigente de ese municipio, que también fue asesinado, al igual que Jairo Javier Hoyos Salcedo, nacido en Guadalajara de Buga. Ellos murieron esperando la anhelada liberación que nunca llegó.