Los noticieros televisivos con frecuencia informan sobre actos delictivos, derivados del alto grado de agresividad que muestran algunos ciudadanos.
En efecto, uno escucha que un empujón en un medio de transporte masivo, una frase que no es de buen recibo por un ciudadano en una fiesta, en un colegio o en cualquier otro lugar de encuentro social, son motivos suficientes para que se desencadenen reacciones feroces, que en muchos casos acaban con la vida de los involucrados en las respectivas reyertas.
Como si esto fuera poco, a estos hechos desgarrado-res, por cierto, se suma también el maltrato animal, que en muchos casos termina con la vida de mascotas y de animales callejeros. Ante este cruel escenario, se podrían plantear preguntas como éstas ¿qué genera estas reacciones tan violentas?, ¿se está educando a los chicos en sus familias y en sus colegios para mantener diálogos, sustentados en la argumentación y el respeto?, ¿será que la educación se focaliza en impartir conocimiento racional, relegando a un segundo plano el componente humanístico? Desde luego, se podrían plantear otros interrogantes, pero estos evocan diversas reflexiones e hipótesis.
Así, con base en los hechos planteados, uno se podría atrever a decir que, probablemente las instituciones educativas están formando personas con un buen conocimiento de los contenidos que sus maestros les entregan, como parte del respectivo plan de estudios, pero con un componente deficitario para sentir empatía, respeto, tolerancia … por el otro. Vale la pena, entonces intensificar el estudio de la parte humanística, que ha de contemplar el potencial de autorrealización de los y las estudiantes, sus pensamientos, emociones, valores. A esto puede contribuir el estudio de disciplinas como inteligencia emocional, psicología humanista, ética y moralidad… La preocupación por estos campos ha de contribuir a minimizar tan grave flagelo social.









