El calendario avanza inexorable y llegamos al último trimestre del año, ese que los economistas llaman Q4 —octubre, noviembre y diciembre— y que para miles de comerciantes del Centro del Valle representa mucho más que simples cifras en un balance contable. Es, literalmente, la temporada donde se juega el todo por el todo.
Después de meses marcados por la incertidumbre, la baja en el consumo, los impuestos asfixiantes y la competencia desigual con la informalidad, el pequeño y mediano comerciante mira estos tres meses finales con una mezcla de ansiedad y esperanza. Octubre, con fiesta de los niños; noviembre, con el empuje de los descuentos y promociones que cada vez más se consolidan en el mercado; y diciembre, el gran mes de la economía emocional, donde las familias se abren a celebrar, compartir y gastar.
Pero a ese panorama se suma una sombra más densa: la inseguridad. La creciente extorsión que golpea a tenderos, comerciantes y empresarios. No son cifras frías, son historias reales.
El Q4, sin embargo, sigue siendo la gran oportunidad. Quien no aproveche este trimestre probablemente cerrará el año con números rojos. Y es aquí donde el comerciante centrovallecaucano se convierte en símbolo de resiliencia. Pese a la adversidad, innova: unos crean combos de productos, otros ofrecen domicilios, algunos se apoyan en todos los medios de promoción para llegar a nuevos públicos. El ingenio reemplaza a la falta de recursos.
Sin embargo, hay un factor que muchos extrañan y que se ha perdido con los años: aquellas grandes actividades que organizaban las Cámaras de Comercio y Fenalco, cuando se cerraban calles para desfiles y muestras comerciales, cuando las caravanas navideñas y los desfiles iluminaban la ciudad, cuando las rifas y verbenas animaban la compra local y la gente salía con entusiasmo a recorrer los almacenes.
Eran días donde la economía se mezclaba con la cultura y la fiesta, y donde el comercio se convertía en un motor visible de comunidad. Hoy, esa chispa parece apagada, y los comerciantes, a la espera de que regrese, sienten más soledad que respaldo institucional.
No todo puede recaer en el comerciante. Las autoridades locales y regionales tienen la responsabilidad de garantizar seguridad en los cascos urbanos y alrededores de plazas de mercado, de enfrentar la extorsión con resultados y no con comunicados, y de promover nuevamente campañas de integración comercial que devuelvan la alegría de comprar en nuestras calles. Porque la reactivación no se logra solo con créditos o impuestos diferidos, se logra también con confianza, con cultura ciudadana y con actividades que inviten a la gente a salir, mirar vitrinas y consumir.
El llamado, entonces, es doble. A los consumidores de nuestra región: compre local, apoye al vecino, dé valor a ese negocio que por años le ha fiado, le ha saludado por su nombre y ha sostenido a familias enteras. Cada compra en un almacén tulueño, bugueño o zarzaleño tiene un impacto directo en la economía de la región. Y a las autoridades y gremios: entiendan que el comercio es el termómetro del empleo, de la confianza y del desarrollo; si se sigue dejando solo al comerciante, se apaga la luz de las ciudades.
El Q4 es la recta final del año, pero también es la posibilidad de demostrar que, pese a la crisis y la inseguridad, somos una región pujante, creativa y solidaria. Los comerciantes no esperan milagros, esperan oportunidades: un entorno seguro, reglas claras, respaldo institucional y consumidores que valoren lo propio.