Según confirmó su familia, la dirigente falleció en la mañana de este domingo a causa de un paro cardíaco, en un centro asistencial al que había ingresado el día anterior debido a complicaciones de salud.
Hablar de Edith Pedraza Muñoz es hablar de compromiso, voz firme y convicción. Su espíritu de servicio nació en los años 80, cuando empezó a vincularse a las asociaciones de padres de familia de los colegios de sus hijos. Desde entonces, su carácter decidido y su vocación de ayuda la convirtieron en una de las voces más representativas del liderazgo comunitario en Tuluá.
Su primera gran experiencia llegó con la creación del barrio San Pedro Claver, en 1981, donde junto a otros vecinos luchó por el derecho a una vivienda digna. Aquella etapa —como ella misma recordaba— fue su “escuela de liderazgo”, y de allí surgieron proyectos que transformaron la vida de muchas familias: acueducto, alcantarillado, alumbrado público, escuela, puesto de salud y mejoramiento de vivienda.
Con el paso de los años, Doña Edith extendió su labor a otros sectores de la ciudad, participando en la consolidación de barrios como José Antonio Galán, Ciudad Jardín, La Floresta y Buenos Aires, este último considerado su más grande orgullo, por el esfuerzo y la constancia que demandó hacerlo realidad.
En 2016, la Gobernación del Valle del Cauca le otorgó el reconocimiento de Mujer Vallecaucana por su invaluable liderazgo, compromiso y entrega en beneficio de las comunidades tulueñas.
“Trabajaré por la gente hasta mi último suspiro”, solía decir esta dirigente de carácter firme, frase que hoy cobra especial sentido al recordar la pasión con la que vivió y sirvió.
Un año atrás, en una entrevista concedida al periódico El Tabloide, Edith Pedraza Muñoz había dejado plasmados tres deseos que esperaba ver cumplidos antes de partir de este mundo. En aquella conversación, la reconocida líder comunal tulueña habló con serenidad sobre su vida, su legado y el amor por la comunidad, y pidió que el día de su adiós su vivienda tuviera una placa en reconocimiento a su obra, que el periodista William Loaiza Amador le ayudara a grabar el himno que compuso a la mujer comunal y vallecaucana, y que su féretro luciera las banderas de Colombia, Tuluá y la Acción Comunal, los símbolos que la acompañaron siempre.
Su fallecimiento deja un profundo vacío entre los líderes comunales, vecinos y amigos que la admiraban por su entrega, su voz firme y su incansable lucha por mejorar la vida de los demás.
Tuluá despide hoy a una de sus más grandes lideresas, cuya huella permanecerá imborrable en la historia social del municipio.










