Siempre se ha dicho que la política es similar a la carpa de un gran circo y en ella caben buenos, regulares y malos espectáculos. Muchos de ellos reciben ovaciones de pie cuando la calidad sobrepasa la expectativa, pero también hay quienes salen abucheados cuando sus papeles son pobres y desorientados.
Haciendo esa analogía quiero pararme frente al espectáculo más reciente y que tuvo como gran protagonista al presidente Gustavo Petro, quien llegó a la asamblea anual de las Naciones Unidas con el firme propósito de robarse el show y cabe decirlo que lo logró, pues su nombre apareció en casi todas las portadas de las revistas y medios del mundo dividiendo la gradería entre quienes aplaudían su osadía de desafiar al presidente Donald Trump y quienes ven su actuación como la más clara decadencia del caudillismo que tanto evoca el mandatario nacional.
El discurso de Petro en el salón de sesiones de la ONU y el que pronunció en una calle de Nueva York como si fuese un imberbe estudiante de la Nacional tiene muchas lecturas, pero en ambas, desde mi punto de vista, se refleja la incoherencia de un jefe de estado que tiene muchas regiones de su país ardiendo en llamas producto del conflicto interno y pretende ser el bombero para apagar un infierno milenario en Palestina anunciando, incluso, estar listo para ser el primer soldado de la legión colombiana que en su imaginación conformó aupado por los que se agolparon para escuchar su diatriba en la concurrida calle estadounidense.
Lo que más preocupa es que en medio de la discusión en la que se encuentra inmerso el Jefe de Estado queda el país expuesto a sanciones severas por parte del gobierno norteamericano, lo que lesionaría aún más a la frágil economía que depende en buena medida del intercambio comercial con la nación del norte.
Habrá que esperar las repercusiones que tendrá esta postura anti imperialista en la contienda política que se avecina y determinar cuál de los dos discursos va a calar más fuerte en una ciudadanía desencantada de la política y sus malabares circenses.