Hace algunos días comenté una publicación del líder social y comunitario Mauricio Sandoval en la que hacía referencia a la situación de salud del precandidato a la presidencia Miguel Uribe Turbay y que, a decir verdad, me pareció no se ajustaba a la forma de pensar y actuar del dirigente tulueño, a quien distingo hace ya varios años.
Mi comentario tuvo la respuesta de una comerciante por quien guardo gran afecto y cariño y quien concluyó su escrito diciéndome que mi posición distaba mucho de alguien de a pie como yo, no sin antes precisar que era un pensamiento de la ultraderecha. Pocas veces suelo responder a este tipo de inquietudes y más cuando son amigos los que las hacen, pero sentí que era necesario hacerlo pues desde hace rato vengo en una cruzada en pos de evitar ser etiquetado por opinar frente a los temas del país.
En lo personal, y así se lo hice saber a mi interlocutora virtual, la única vez que voté por un candidato de derecha lo hice respaldando la propuesta de paz de Juan Manuel Santos, pues creía y sigo creyendo que es la única manera de combatir la violencia y quizá por eso lamento que la agenda de La Habana no se haya desarrollado y que hoy estemos caminando por senderos difíciles de una paz total que sigue cobrando vidas ante un Estado incapaz de contener a los grupos alzados en armas, hoy día potenciados por la tecnología.
Considero que la sociedad colombiana debe empezar a salirse de ese encasillamiento en el que anda metida entre izquierdas y derechas, encasillamiento que propician y promueven líderes capaces de mover masas que solamente buscan fortalecer sus feudos políticos.
No vale la pena seguirnos desgastando en peleas, insultos, señalamientos por el solo hecho de expresar una opinión que, en mi caso, y que dio origen a esta columna, era decirle a Mauricio que aún estando en orillas contrarias, la sensibilidad humana no puede desaparecer pues el día que eso pase estaremos caminando a la autodestrucción.