Era un miércoles y al medio día los tulueños esperaban que la sirena del Cuerpo de Bomberos Voluntarios anunciara las 12 cuando la zona céntrica se estremeció por una serie de disparos en inmediaciones del entonces Parque Bolívar (hoy Parque Lineal Céspedes) y rápidamente se conoció que se trataba de un intento de atraco a una entidad crediticia llamada Ahorramás.

Los momentos eran angustiosos pues rápidamente la policía de la reacción bancaria, sumada a las patrullas que llegaban de todos los sectores se enfrentaron a disparos con los asaltantes que, luego se supo, habían llegado desde Cali para cometer la fechoría.
El pánico fue total y por unos minutos el centro de Tuluá se paralizó y unos metros más adelante cientos de curiosos se agolpaban para no perderse el desenlace de una película que parecía sacada del viejo oeste.
¿Cómo inició?
De acuerdo con el relato detallado del periodista Orlando García, quien hacía parte de la redacción de EL TABLOIDE, a las 11 30 de la mañana llegó hasta la sede bancaria un hombre queriendo saber los pasos que se debían cumplir para aperturar una cuenta.

Con la proximidad de la hora de cierre, el asaltante entró en desespero y de manera repentina salió hasta la puerta de la oficina y levantando la mano empezó a llamar a los demás integrantes de la banda caleña.
Un héroe en acción
Con lo que no contaba el asaltante es que el vigilante Roosvel Varela, de la empresa Orión, estaba dispuesto a todo para evitar que los maleantes se apoderaran del botín y tras la primera señal ya había impactado en la humanidad del bandido.
Narra la crónica, que hoy hace parte del prolifico archivo de EL TABLOIDE, que lo que se vino después fue una lluvia de bala, pues los delincuentes sacaron de sus tulas, las mismas que pretendían llenar de billetes, armas de fuego tipo ametralladora o también llamadas «tartamudas», arremetida que el vigilante soportó con heroísmo, pues él, con un revolver y ya herido, resistió el ataque.

Llegó la caballería
Cuando ya las balas de Varela empezaban a escasear, llegaron los refuerzos de la policía y al ver que el atraco había sido frustrado pusieron en marcha el plan de fuga, el cual no resultó para nada bien, pues los uniformados de la estación ya habían acordonado la zona.
El saldo final
Al final de la confontación armada se conoció el reporte oficial de las autoridades locales dando cuenta que uno de los asaltantes fue dado de baja y respondía al nombre de William Aguilar Córdoba, quien fue impactado por el vigilante en la cabeza y cuyo cuerpo quedó tendido en el pavimento que por las altas temperaturas literalmente ardía.
Entre los heridos figuraron el vigilante Roosvelt Varela, quien fue trasladado hasta el hospital Tomás Uribe en el carro de la propia gerente Luz Piedad Cruz. El policía Celenin Valencia, quien estaba de turno en el Palacio de Justicia y quien llegó a reforzar al vigilante, también fue alcanzado por un proyectil al igual que uno de los asaltantes Jonh Jairo Alzate, luego capturado en Buga.El frustrado atraco también dejó herido al taxista Roberto Muñoz Gálvez y al niño Jaime Márquez, quien fue arrollado por la moto de uno de los asaltantes.
Nació una leyenda
Uno de los recuerdos más llamativos de esta noticia, ocurrida hace ya casi 40 años, fue el trabajo de Julio Díaz, fotógrafo que colaboraba con EL TABLOIDE y quien en medio de la balacera tomó las mejores fotografías que hicieron parte de la edición del 6 abril con detalles inéditos de ese hecho judicial que marcó el año 1986 y que mostró lo vulnerable que resultaba el sistema financiero en materia de seguridad. Desde ese día al fotógrafo, recientemente fallecido, lo empezaron a llamar Julio «El Valiente».











