conversación, que hoy cobra un profundo sentido, reveló los tres anhelos que quería ver cumplidos antes de partir.
La reconocida dirigente comunal pidió, en primer lugar, que una placa en la fachada de su vivienda quedara como testimonio de su vida y obra, un símbolo permanente de su entrega al servicio de la gente.
El segundo deseo fue que el periodista William Loaiza Amador cumpliera su sueño de grabar el himno que ella compuso en honor a la mujer comunal y vallecaucana, un canto que escribió como homenaje a todas las lideresas del Valle.
Y el tercero, que su féretro fuera cubierto con las banderas de Colombia, Tuluá y la Acción Comunal, los tres estandartes que la acompañaron a lo largo de su vida y representaron las causas por las que luchó con convicción y amor.









