Las carreteras representan la puerta que conecta a las regiones con el progreso económico, social… Por ello, cuando las vías se obstruyen, la economía de los territorios afectados se desploma, ocasionando desempleo y escasez de productos agrícolas, industriales…
Esto es justamente lo que está pasando con la vía Bogotá-Villavicencio. Resulta sorprendente, por decir lo menos, que un corredor vial tan importante, como el aludido sea objeto de constantes cierres, ocasionados por deslaves recurrentes.
Por supuesto, algunos dirán que no se puede hacer nada frente a estos problemas impredecibles o derivados del mal estado de las obras, construidas para drenar el terreno en algunos puntos críticos. Sin embargo, en observancia de la afirmación introductoria de este escrito, no hay lugar para ninguna excusa frente a esta problemática.
Considérese que Villavicencio provee a la capital del país, productos agrícolas y agroindustriales, como ganadería, pollo, arroz, frutas…. Por su parte, Bogotá despacha a la capital del Meta y a varias regiones de los Llanos, bienes de consumo y productos industriales.
Cabe agregar que el impacto de los perjuicios ocasionados por las avalanchas es considerable en el sector del turismo y en otros renglones, como ocurrió con la reciente cancelación de la sede Panamericana de Atletismo 2025 para Villavicencio. Reitero, preocupa que un trayecto comparativamente corto y de tanta relevancia no haya sido reemplazado por un trazo más seguro.
Así las cosas, la Vía al Llano, las carreteras Popayán-Pasto, y Pasto-Mocoa, estos dos últimos trayectos que, además, han cobrado la vida de decenas de personas por deslizamientos de tierra, hacen parte de una lista, que, al parecer, nadie se atreve a mirar.
Por supuesto, a esta relación se pueden adicionar otros caminos, que sumen a los afectados en el abandono y en el olvido. Es hora entonces, de emprender acciones concretas para superar estos valladares.









