Pocas veces Tuluá ha vivido momentos de tanta actividad deportiva como ocurrió en enero y febrero de 1993. En ese lapso de tiempo el estadio Doce de Octubre albergó la segunda versión del Torneo Internacional La Esperanza y el Suramericano Juvenil Sub 17. Fueron casi tres semanas donde la pasión por el balompié se apoderó de todos los rincones del Corazón del Valle.

Para la versión del año 93 llegaron a tomar parte en el Torneo de La Esperanza, en la sede de Tuluá, el Atlético Nacional, Independiente Santafé, Deportivo Cali, la Escuela Carlos Sarmiento y los internacionales Flamengo de Brasil y Nacional de Uruguay.
Por esas calendas se volvió paisaje ver a los extranjeros recorrer las calles de la zona céntrica y los sitios de hopedaje epicentro de una romería constante, especialmente de mujeres que, como se dice coloquialemente, se derretían por los uruguayos y brasileños.

La asistencia al estadio Doce de Octubre fue sensacional, sus graderías para cada una de las fechas, estuvieron abarrotadas de aficionados que respaldaban a los equipos de Colombia, y del exterior.
A pesar de ser un torneo de carácter juvenil, la calidad de los partidos era buena, ganándose la admiración y respeto de los tulueños.
De acuerdo con la información publicada en su momento por EL tabloide, los partidos del torneo disputaron del 14 al 28 de enero y en cada fecha se disputaban un total de tres juegos que iniciaban a las 4 de la tarde y concluían pasadas las 10 de la noche. Los tres partidos eran dirigidos por árbitros la mayoría, de la Liga Vallecaucana, quienes en ese momento fueron blanco de críticas por parte de algunos jugadores y directivos técnicos de clubes en competencia.

Fue tal la respuesta de los tulueños que la Federación Colombiana de Fútbol y el América de Cali, como organizadores de la competencia, le dieron a Tuluá la final del Campeonato que disputaron en su momento el Junior de Barranquilla y la selección Colombia Sub 20, que se alistaba para el mundial de Tokio y que era dirigida por el vallecaucano Reynaldo Rueda Rivera. Los de la arenosa se impusieron por marcador de dos goles a cero y del equipo patrio se destacaron nombres como Arley Betancourt y el Ferry Zambrano, entre otros quienes descollaron en el balompie nacional. Cabe destacar que el Torneo de La Esperanza se realizó hasta 1998 y dejó de cumplirse por los altos costos que implicaba su organización.
La fiesta continuó en Tuluá gracias a la realización del Campeonato Sudamericano que, nuevamente, escogió a la Villa de Céspedes como una de las sedes premiando el buen comportamiento que mostraron durante el Torneo de La Esperanza.
El continente en Tuluá
En el estadio Doce de Octubre se dieron cita las selecciones de Chile, Paraguay, Argentina y Brasil. El equipo gaucho era dirigido por Reinaldo Carlos «El Mostaza», afamado jugador y técnico, y los brasileños traían en sus filas a Ronaldo Nazario de Lima, potentoso jugador brasileño que había debutado, recientemente, a los 16 años, en la liga local y que en la grama del estadio de los tulueños dio muestras de su capacidad individual marcando en su debut frente a los argentinos dos goles de gran factura, repitiéndole la dosis a los chilenos.
En ese momento, veedores internacionales se daban cita en la gradería del máximo escenario local para ver los talentos que empezaban a despuntar y llevarlos luego a otros mercados, pero sin duda las miradas se fijaron en Ronaldo, un joven dentón, de mucha fortaleza física que lucía la cabeza rapada en la que resaltaba la pequeña mota en la parte frontal.
En ese campeonato el equipo de «jogo bonito» clasificó a la final, la que disputó frente a la selección Colombia, dirigida por Germán «el Basílico» González, que de paso se quedó con el título ante los encopetados brasileños.
A la postre, Ronaldo se convertiría en el fenómeno del fútbol figura con el Real Madrid de España y goleador histórico de la selección auriverde en varias citas mundialistas.
Vale la pena resaltar que también en la selección chilena estaba Sebastián Rosental, una prometedora figura del balompié en el país austral que se malogró debido a una grave lesión de rodilla, de la cual nunca se recuperó. Hoy evocamos un año donde el nombre de Tuluá sonó en todo el continente.