Desde las entrañas verdes del corregimiento de Todos los Santos, donde los sueños florecen entre potreros polvorientos y tardes infinitas de balón, emerge el nombre de Maura Henao Restrepo. Con apenas catorce primaveras en su andar, esta prodigiosa hija de San Pedro ha estremecido el panorama futbolístico nacional con una hazaña que retumba como un trueno de esperanza.
Forjada con disciplina de hierro y una pasión encendida desde la infancia bajo la tutela del profesor Helberth Humberto Guarín Vásquez, Maura comenzó a dar sus primeros toques al destino en campos modestos, donde cada jugada era una declaración de fe.
En un duelo vibrante frente a la escuadra chilena, Maura rompió el silencio de la red.
El esférico, conducido por sus pies como si bailara una danza sagrada, encontró el fondo del arco rival. Ese disparo, más que un tanto, fue el sello divino de una clasificación que coloca a Colombia en el mapa del próximo Mundial en Marruecos. Fue un grito contenido, una ovación al esfuerzo, un abrazo al sacrificio.
Maura, con el dorsal #18 grabado en su pecho, no solo anotó su primer gol en el campeonato sudamericano, sino que entregó a su patria la llave dorada al Mundial. El camino apenas comienza, pero ya ha sido escrito con letras audaces el nombre de una guerrera que, con catorce años y el corazón indomable, promete seguir tallando su leyenda en el lienzo del fútbol femenino colombiano.