Por cuenta de las redes sociales se extendió y multiplicó la noticia de una eventual candidatura a la alcaldía de Tuluá del afamado ex futbolista Faustino “Tino” Asprilla, aún no se sabe si es una broma o un proyecto en serio del carismático ex delantero de la selección Colombia y hoy reconocido analista de fútbol.
Por supuesto, los comentarios a favor o en contra de la polémica decisión -si es cierta- no se han hecho esperar, más tratándose de un personaje que por diversas razones ha estado en el ojo del huracán de la llamada opinión pública.
Hay quienes, desde ya, afirman sin consideración alguna que el «Tino» no es un hombre preparado para administrar y dirigir los destinos de la ciudad corazón del Valle, que lo suyo es la farándula y el fútbol, pero esos mismos que hoy lo descalifican, en el pasado reciente lo han buscado para que les publicite sus aspiraciones políticas: una foto, un video, una declaración en medios siempre le han pedido, en fin, la clase política nacional y regional lo llaman para utilizarlo, solo que ahora, cuando él quiere dirigir el barco de su ciudad ahí si no les sirve.
La opción política del «Tino» y de personas de su mismo perfil que quieren incursionar en la política tiene todo que ver con la crisis de los partidos políticos, convertidos en maquinarias electorales sin principios y dedicadas a meterle corrupción al patrimonio público en todos los niveles territoriales, no se salva nadie, con muy contadas excepciones que se pueden contar con los dedos de la mano.
En definitiva, la gente no se ve representada por estos modelos clientelistas de gobernar que no hacen diferencia entre izquierda o derecha, para el caso son iguales. Hay que decir, con tremenda repulsión, que hay sectores ciudadanos que se sienten cómodos con este modelo de gobernar.
En definitiva, para gobernar no se necesita ser muy inteligente, basta con tener una buena dosis de honestidad, saber de prioridades, pero sobre todo tener la fuerza para tomar decisiones, audacia en los momentos de crisis, eso fue lo que enseñó Henry Kissinger, profesor de Harvard, Premio Nobel de Paz y secretario de Estado de los gringos. El «Tino» puede tener esas condiciones.