Aunque es un hecho que se registró fuera de las fronteras del Valle del Cauca, resultaba imposible para EL TABLOIDE sustraerse de la triste realidad que vivió el Eje Cafetero el 25 de enero de 1999, cuando un movimiento sísmico, que se sintió en casi toda la denominada región Andina, se ensañó contra Armenia dejando una estela de inmenso dolor en esta región.
Nilsa López y José Alexánder Espejo fueron unos de los tantos reporteros que llegaron hasta esta zona del país para evidenciar la magnitud de esa tragedía que se iba agravando con el pasar de las horas, pues los datos de las víctimas mortales, heridos y desaparecidos debajo de las ruinas aumentaban de manera escalofriante.

Origen de la tragedia
El terremoto del Eje Cafetero de 1999, también conocido como Terremoto de Armenia, ocurrió el lunes 25 de enero de 1999 a las 13:19, hora local con una magnitud de 6.2. Su epicentro preciso se ubicó a una profundidad de 17 km en una zona montañosa del municipio de Córdoba.
Después del primer movimiento telúrico, la Red Sismológica Nacional de Colombia registró más de 138 réplicas, durante el mes siguiente, la más fuerte ocurrió cuatro horas después del temblor principal y tuvo una magnitud de 5.5 grados. De acuerdo con el portal Sismicidad histórica de Colombia, perteneciente al Servicio Geológico Colombiano, el sismo del 25 de enero de 1999 dejó a la ciudad de Armenia como la principal afectada.

Las cifras que dejó el terremoto en esta ciudad incluyen 921 personas muertas, 2.300 heridos, más de 30.000 viviendas afectadas, además de cerca del 75% de las escuelas y colegios con daños y más de un millón de metros cúbicos de escombros.
Por otro lado, según cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística, el número total de muertos en todo el país se calculó en 1.185, hubo 8.536 heridos, más de 35 mil viviendas quedaron completamente destruidas y un daño económico calculado en $7 billones de pesos.
Dolor y esperanza
Recuerda doña Nilsa que le impactó llegar al sitio de la tragedia, ver las casas en el piso y a los sobrevivientes sentados en los andenes recibiendo las ayudas que iban llegando de manera espontánea o a través de las entidades de socorro.
«Lo más impresionante para mí fue ver a estas personas en medio del dolor y la tragedia, pero al mismo tiempo llena de fe, optimismo y una paciencia admirable, resaltando que lo más importante era que estaban vivos y lo material se podía recuperar», dice nuestra gerente general y precisa que esa tragedia la puso de frente a una realidad de la vida donde hoy se tiene todo y en un abrir y cerrar de ojos quedar sin nada.
Lecciones aprendidas
El impacto del terremoto fue devastador. Las ciudades de Armenia, Calarcá y La Tebaida sufrieron los mayores daños, con gran parte de sus edificaciones colapsadas. La tragedia generó una crisis humanitaria sin precedentes en la región, dejando a miles de familias sin hogar y con una economía paralizada.
«El terremoto de 1999 dejó importantes lecciones para la gestión de riesgos en Colombia. Se fortalecieron los sistemas de emergencia y se promovió una cultura de la preparación ante eventos naturales. Gracias a estos esfuerzos, el Quindío ha logrado un progreso significativo en su infraestructura y en la reactivación económica.
«Hoy, la región es un ejemplo de superación, destacándose por su crecimiento turístico y económico. Las iniciativas gubernamentales y ciudadanas han impulsado proyectos de desarrollo sostenible», precisó el medio local El Pereirano, visión que los colombianos comparten plenamente.