El tres de diciembre de 1984 un grupo de empleados de la Empresa Diners Club decidió quedarse en su lugar de trabajo con la finalidad de emprender las labores de decoración de las oficinas para darle la bienvenida a la Navidad de ese año. Lo que no imaginaban es que vivirían una noche larga donde la tragedia se iba a apoderar del lugar.

Tuluá protagonista
La noticia, aunque se registró en Cali, tuvo un amplio despliegue en el Semanario El Tabloide en la edición del 7 de diciembre, pues dos de los protagonistas tenían nexos con Tuluá y entraron a hacer parte de la lamentable historia.

Justamente una de las víctimas fue la tulueña Gloria Fernanda Rivera Ríos, una joven de 19 de edad que hacía 6 meses, junto a su familia, había llegado a la Sultana del Valle tras culminar sus estudios secundarios en el colegio Sagrado Corazón de Jesús y con el anhelo de trabajar y continuar sus estudios profesionales.
El otro protagonista también había nacido en Tuluá e hizo parte del trío delincuencial que esa noche irrumpió en las instalaciones de la entidad crediticia con la finalidad de llevarse el dinero que había en el lugar y fue identificado como Francisco Antonio Gómez, conocido con los alias de Frank o el Tulueño, un hombre que según lo registró la crónica roja de la época, tenía un amplio prontuario judicial, hablaba con acento costeño y había residido un tiempo en los Estados Unidos, por lo que dominaba el inglés.

La danza de la muerte
Los relatos de los hechos dan cuenta que, en la fecha indicada, los tres hombres, uno de los cuales había laborado como vigilante en el lugar, llegaron y lograron someter a los guardas de seguridad, a quienes encerraron en uno de los baños. Luego, al ingresar al lugar hicieron lo propio en medio de la música decembrina, y el desorden típico que se genera en los preparativos de las fiestas de fin de año.
“Al igual que los vigilantes, los empleados fueron encerrados y amordazados mientras que obligaban a Rosina Sanclemente a abrir la caja fuerte para extraer el dinero.
En este momento todos aguardaban la esperanza que una vez cometido el robo serían dejados en libertad, pero en la mente de uno de los asesinos, identificado como Jaime Serrano Santibáñez, de 26 años, conocido por ser de los celadores de la empresa de seguridad Wackenhut, a quien 17 días atrás habían despedido, rondaba otra idea y fue quien le ordenó a Francisco Antonio Gómez y Luis James Rodríguez que debían matar a los rehenes, pues si los reconocían los iban a delatar.
Terror extremo
“Ellos empiezan a sacar uno a uno y los bajan al primer piso», recuerda James Valderrama, guionista, productor y coautor del libro ‘La mirada de los condenados’. Ahí, abajo, empiezan a apuñalarlos y a dispararles. Para ocultar los disparos, martillan las mesas para así confundirse con los ruidos de fondo de unas reparaciones que se hacían a esa hora.
En el relato de Amparo Navia Moreno a las autoridades, la sobreviviente señaló que una vez que los apuñalaban, les chuzaban los ojos para ver si vivían, a otros les acercaban fósforos encendidos para confirmar que habían muerto y si se movían, entonces les disparaban o los volvían a apuñalar.
“Nosotras no nos dábamos cuenta de lo que estaba sucediendo hasta que le tocaba el turno a cada una. A mí me amarraron los brazos en la parte de atrás y me dijeron acuéstese boca abajo» le narró María Rocío Cuevas, una de las sobrevivientes, a los investigadores. «Entonces cuando me acosté, él disparó hacia el oído, quedé consciente mientras oía el quejido de otro compañero», enfatizó.
El peso de la ley
En el barrio El Poblado, en el Distrito de Aguablanca, en el oriente de Cali, dieron captura a Jaime Serrano Santibáñez, a quien le hallaron en su poder el arma y 245 mil pesos. A Luis James lo capturaron a la altura del corregimiento de Zaragoza, Cartago, con 17.250 pesos en efectivo. Del tulueño Francisco Gómez nunca se supo nada.