En su libro Sin fines de lucro, Martha Nussbaum considera que el mundo enfrenta una crisis, que no se relaciona con lo económico, sino con lo educativo. Para Nussbaum dicha problemática atraviesa los diferentes niveles de escolaridad, afirmación que profiere con base en estudios realizados en los Estados Unidos, en la India, entre otros.
En este último país refiere que el pensador Rabindranath Tagore, Premio Nobel de Literatura en 1913 e impulsor de ideas novedosas en el campo de la educación, influyó en Europa y los Estados Unidos.
Tagore consideraba que para mejorar los sistemas educativos era conveniente conferir poder social a los estudiantes, a través del método socrático, “la exposición a diferentes culturas y, sobre todo, la inclusión de la música, las bellas artes, el teatro… en el programa curricular”. Si bien, sus planteamientos tuvieron un gran impacto en su momento, en la actualidad han sido desestimados, dado que, como expone Nussbaum, ahora prima la tendencia a impulsar la rentabilidad.
Como es de suponer, ante estas tendencias, el campo humanístico ha sido subvalorado, no solo desde la perspectiva teórica, sino también desde la asignación económica que reciben las instituciones educativas, asignación que refleja un mayor presupuesto para las ciencias exactas.
Desde luego, estas políticas preocupan, en la medida en que se minimiza la importancia del componente afectivo, del pensamiento crítico…. Vale recordar que autores como Morin sostienen que el ser humano no solo está constituido por mente y cuerpo, sino también por componentes sicológicos, culturales, sociales, históricos e incluso mágicos.
Por tanto, ha de asumirse como un ser complejo cuyo estudio y comprensión no se puede relegar a determinadas dimensiones o conceptos. Con estas reflexiones no se pretende desconocer la importancia de la rentabilidad, sino de sugerir que la educación comporta una entidad compleja, que, por tanto, no puede recibir un tratamiento reduccionista.