Silvio Rodríguez arribó a Cali para dar un recital que cerró su gira, quizás la última por Sudamérica, por lo que fue un acto nostálgico, pero también esperanzador a juzgar por la variada y alternativa audiencia que en gran parte llegó desde Bogotá.
La música protesta vive, y no por nada muchos afirmaron que la “mamerteria” se alborotó, para incomodar a la “godarria”, mientras se coreaba en todos los rincones de la plaza Cañaveralejo el coro “se vive, se siente, ¡Cepeda presidente!” No faltaron quienes por ingenuidad o ignorancia pidieron en redes sociales que no se politizara el concierto, como si el trovador cubano no llevara casi 60 años cantando contra el imperio norteamericano, ese mismo que la derecha cipaya de Venezuela y Colombia pide nos sancione y hasta invada, cuestión que no ha sucedido ni en México ni en Brasil porque allá sus gobiernos progresistas sí tienen el apoyo del empresariado que piensa primero en el país antes que en el odio a sus presidentes Sheinbaum o a Lula.
Lo de Silvio fue poesía, resonaron “Sueño con serpientes”, “Pequeña serenata diurna”, “Quién fuera”, “La canción del elegido”, “Yolanda” de Pablo Milanés, “Unicornio”, “Ángel para un final”, por supuesto “Ojalá”, y aunque faltaron otros temas como “La maza”, “Te doy una canción”, “rabo de nube” y “Playa Girón”, el evento vuelve a confirmar que la cultura política del país está cambiando porque en palabras del cantante “La era está pariendo un corazón”, muy al contrario de lo que pasó al día siguiente en el evento del autodenominado “tigre” Abelardo de la Espriella que hubo de llevar humoristas y pregoneros de la autoayuda para llenar un coliseo en cuya tarima desfilaron la camandulería, la desfachatez y vulgaridad de una sociedad que ya quedó atrasada por sustracción de materia. La esperanza vence al miedo, y Silvio Rodríguez nos lo volvió a recordar.









