Muchos de nosotros crecimos escuchando radio, siguiendo grandes programas, noticieros, novelas y transmisiones deportivas. La magia de la radio, tal como la conocimos quienes ya tenemos “nieve en el pelo”, está desapareciendo.
El 9 de marzo me informaron que la emisora Voces del Occidente de Buga apagaba su señal en AM para quedarse solo en lo digital. Sentí nostalgia, porque recordé que en los últimos cinco años varias emisoras han cerrado tanto en AM como en FM en el norte del Valle.
Inmediatamente vino a mi memoria RCN Antena 2 Zarzal, que en los 90 apagó su señal. Luego, Ondas del Valle, la gran escuela de locutores y periodistas del Valle, también dejó de transmitir. Posteriormente se apagaron las emisoras comunitarias de Bolívar, Obando y El Águila. Más recientemente, Radio Viva en Argelia y Radio Reloj de Tuluá cerraron sus micrófonos, junto con la Voz de los Robles y Radio Guadalajara. En Tuluá, RCN también desconectó varias emisoras.
Compartí la noticia con colegas y se armó un debate cargado de nostalgia. Algunos dijeron que esto ocurre porque la tecnología, el internet y las redes sociales han desplazado a los medios tradicionales. Otros culparon a los dueños de algunas emisoras por no modernizarse. Hubo quienes señalaron que la falta de publicidad estatal y privada hizo inviable su sostenimiento.
Estamos presenciando el fin de una era. Un tiempo en que los periódicos físicos, la radio y la televisión lideraban la información y el entretenimiento. Ahora, los medios digitales y analógicos deben unirse para sobrevivir en una época de saturación informativa.
Lo que más duele es la indiferencia. Pero alguien me dijo: “Tranquilo, Gerardo. Esto es como cuando cierra un almacén: al principio hay sorpresa, pero pronto llega otro y la gente olvida el que se fue”.