Al cierre del año 2024, el Valle del Cauca se destacó por ser la región más violenta del país.
Hay múltiples maneras de reducir las estadísticas. Para la más común, el homicidio, se requiere de mejores mecanismos de justicia que busquen la eficiencia en el corto plazo, como la ubicación de cámaras para la seguridad ciudadana.
Para las otras formas de violencia, se necesita de un gran equipo de gobierno que sea altamente calificado; de modo que, se apliquen políticas que permitan reducir la posibilidad de que las cifras sigan en lo más alto del país, haciendo intervención e inversión social oportuna, que coadyuve a bajar las tasas de violencia derivadas de ambientes hostiles o inseguros en los que se desenvuelven los ciudadanos de manera consciente o inconsciente.
La gente puede ir cargada de estrés por mal trato laboral, familiar, en la vía, por el ruido del tráfico; por desatención en la EPS, por deshidratación no percibida bajo el intenso calor; o por la combinación de todos estos factores en un trancón, en la casa, en la escuela, o un lugar indeterminado… factores que podrían llevar a las personas a reaccionar de manera inadecuada ante situaciones que los desborde o los supere, como cuando los detiene el tránsito bajo el sol inclemente, por citar un evento, dando como resultado episodios de frustración no canalizada que terminan en más formas de violencia.
Para reducir algunas de las formas de violencia, los empresarios podrían mejorar los ambientes laborales; los alcaldes deberían arborizar para producir sombra en andenes, centros turísticos, terminales, parques, vías y cruces; refrescar los espacios de manera natural o con ingeniería; reducir la contaminación visual y auditiva, evitando el uso del claxon en los automóviles, por ejemplo, que es tan fácil como hacerlo a través de acuerdos u ordenanzas, tal como se exige en New York City; ampliar las vías de mayor tráfico y fomentar la cultura ciudadana en cada espacio público.