Para nadie es un secreto que la llegada de la muerte al seno de un hogar causa una inmensa tristeza, un sentimiento de abandono, desolación y desesperanza, tocando lo más profundo de nuestros sentimientos. Cuando un ser querido fallece no importa la circunstancia que le acompañe.
En ese proceso la compañía de amigos y familiares no solo mitiga un poco el dolor, sino que también llena un poco el vacío que deja la ausencia del ser querido. Sin embargo, el momento del velorio, en el cual acompañamos a esos amigos y familiares que pasan por el dolor de la muerte de un familiar, ha de ser un espacio en el cual consideramos algunos elementos que son necesarios.
En primer lugar, el vestuario ha debe ser sobrio, que manifieste el respeto y la solidaridad con la persona y la familia que está en proceso de duelo. Asistir a un velorio con ropa escotada, pantalonetas, y ropa deportiva manifiesta nuestra falta de respeto ante el dolor ajeno.
Un velorio no es un lugar para las conversaciones a alta voz, en algunas ocasiones incluso se aprovecha el dolor ajeno para contar chistes, para consumir licor, para los comentarios fuera de lugar y eso ofende el dolor de quienes sufren la muerte de un ser querido. El velorio ha de ser un espacio de silencio, de oración, de encuentro y solidaridad con los familiares del difunto y no para el jolgorio y la risa. Respetemos el dolor ajeno.
Lo ideal en un velorio es que no haya niños, pero si los hay los adultos debemos exigir que nuestros infantes tengan una posición adecuada, que no griten ni corran por los pasillos de la sala de velación y que su comportamiento sea adecuado al espacio y al momento que se está viviendo.
Un velorio es un espacio de reflexión sobre el misterio de la muerte, un espacio para la oración y la solidaridad sincera con quienes viven su proceso de duelo, es un lugar de recogimiento y de plegaria a Dios por quien ha fallecido y por quienes viven su proceso de duelo.