Según el balance preliminar de las autoridades, el atentado dejó siete personas muertas y más de 75 heridas. Sin embargo, detrás de las cifras oficiales hay dramas humanos que retratan el impacto de la violencia.
“Atiendan a mi hijo primero”
Juan DiegoMartínez se desplazaba en moto junto a su madre para comprar unos útiles de barbería en el centro de Cali. Nunca imaginó que ese trayecto sería el último de su vida. Justo cuando pasaban frente a la guarnición militar, la carga explosiva estalló de manera violenta.
El joven recibió todo el impacto en el pecho y murió de manera inmediata. En un acto de amor y valentía, su cuerpo sirvió como escudo que protegió a su madre de un golpe mortal.
En el suelo, herida y desorientada, la mujer tomó la mano de su hijo e imploraba con lágrimas: “¡Atiendan a mi hijo primero, por favor!”. Los testigos quedaron en silencio y muchos rompieron en llanto al ver cómo esa madre, convencida de que aún respiraba, suplicaba por la vida de su hijo. Esa imagen se convirtió en uno de los símbolos más dolorosos de la tragedia.
Cristian, un padre que no volvió a casa
Entre las víctimas también se encontraba Cristian Leandro Riascos, un joven trabajador que viajaba en su motocicleta hacia un encuentro con su esposa y su pequeña hija. Su familia, al ver imágenes de la moto en redes sociales, inició una búsqueda desesperada, aferrándose a la esperanza de que estuviera herido pero con vida.
Horas más tarde, la confirmación fue devastadora: Cristian había muerto en medio de la explosión. Su esposa, su pequeña hija y su madre lo lo describen como un hombre inocente, responsable y dedicado a su hogar. “Cristian debió haber llegado a casa y compartir con su familia, pero lastimosamente lo recibimos en un ataúd”, dijeron con profunda tristeza. Cristian deja a
Jhon Edward, el taxista sorprendido por la explosión
Otro de los nombres que engrosan la lista de víctimas es el de Jhon Edward Parra, un taxista de 59 años que residía en el barrio San Marino. La mañana del atentado salió de su casa para recoger a su sobrina y acompañarla a una diligencia, sin saber que ese recorrido sería el último.
El vehículo en el que se movilizaba quedó destrozado por la onda explosiva y el impacto fue mortal. Sus compañeros de trabajo lo recuerdan como un hombre servicial, alegre y dedicado a su familia. Hoy, sus seres queridos enfrentan el vacío que dejó su partida repentina.
Cali, entre el miedo y la indignación
El atentado dejó escenas de caos: humo, sirenas, personas corriendo en busca de refugio y familiares desesperados tratando de ubicar a sus seres queridos. La ciudad permanece en duelo y bajo conmoción mientras avanzan las investigaciones para identificar a los responsables de este acto violento.
Las voces de dolor de madres, hijos y esposas se suman al clamor de cientos de familias que hoy lloran a sus seres queridos. Para muchos caleños, la violencia no solo arrebató vidas, sino también la tranquilidad de caminar por sus calles.