Lentamente penetra en el sentimiento de la gente la desobediencia a la autoridad legítimamente constituida y entonces vemos la violencia contra los agentes de tránsito, no se respetan las señales que se hacen para facilitar la movilidad, el ruido de los anunciadores frente a los almacenes es inaguantable, los motociclistas van y vienen como “Pedro por su casa”, y lo peor, es que todo el mundo se justifica, siempre hay una respuesta para excusar su conducta.
El ser humano tiende a la anarquía, en aras de una falsa libertad, quiere hacer lo que le da la gana, valerse por sus propios medios, estima que su éxito hace válido cualquier medio para conseguirlo. No tiene conciencia de persona como ser social, de vivir en comunidad para lograr sentarse sobre sus laureles al final de los días y creer que así se construye el camino hacia la presunta felicidad.
No es así, el hombre siendo individual, es único e irrepetible y al mismo tiempo nace para vivir en sociedad, esta es la paradoja, la complejidad de la vida, no se decide desde las altas esferas gobiernos, quienes así lo pretenden fracasan, es precisamente la ausencia absoluta de un espíritu colectivo y al mismo tiempo solidario, lo que ha llevado a la incredulidad de los pueblos cuando escuchan a los aspirantes a ocupar cargos públicos y servir de referentes de la conducta humana.
Me preocupa hoy la virulenta actitud de los cientos de candidatos a la presidencia de la república. Ya me cansé de la “peliadera” del presidente Petro, a veces pienso que nunca salió del Senado de la república continuó con el mismo “disco duro”y no quiere bajar la guardia. Es lo que ocurre hoy en las calles, parques, galerías, veo la violencia verbal regada como” verdolaga en playa”. Si no desarmo la palabra, no habrá comunicación, mucho menos paz.










