Una antigua tradición de la iglesia católica universal nos dice que el cuarto domingo de la pascua celebramos el día del buen pastor. Este domingo, que coincide con la fiesta de la madre, los celebramos en toda nuestra comunidad eclesial. Esta fiesta nos lleva a reflexionar sobre varios aspectos que son de suma importancia para nuestra vida de fe.
En primer lugar, sentir que somos, como dice el salmo: “su pueblo y ovejas de su rebaño” (salmo 99) es decir, sentir que tenemos como buen pastor a Jesús, que siempre camina con nosotros, que nos da como el mejor alimento su cuerpo y su sangre que nos da la salvación y la vida eterna y que se ha quedado vivo y presente en medio de su Iglesia.
Así mismo, ese Jesús nos da en los sacerdotes, a hombres consagrados por él para que, en su nombre, nos brinden los sacramentos y nos acompañen en nuestro peregrinar hacia la casa del Padre. Ellos son los auténticos pastores de Jesús que, aún en medio de sus debilidades, son los ministros del evangelio, de la palabra de Dios y están al frente del pueblo de Dios. Por eso, en este día del buen pastor, es un deber orar por nuestros sacerdotes para que el Dios que los ha llamado a su ministerio santo, los fortalezca y acompañe en su camino sacerdotal y les permita ser santos y perseverantes en el servicio al señor en el evangelio.
Por último, es un deber, en este día del buen pastor orar por las vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras para que en medio de nuestras comunidades el Señor siga llamando obreros a su mies y tengamos sacerdotes y misioneros que sigan llevando el mensaje de salvación a todos los hombres.
Aprovecho para felicitar a todas las madres en su día que Dios y la Virgen Santísima, que es ejemplo de madre, las siga bendiciendo y acompañando en su labor maternal, para aquellos que aun la tienen viva valórenla, mímenla y llénenla de besos y abrazos en este día tan especia para ellas.