En el Corazón del Valle se consolida una forma de entender la política pública como un proceso vivo y participativo que responde a las realidades de la comunidad. Por años, muchos grupos fueron integrados en una sola política social. Aunque parecía integral, el resultado fue ineficiente.
Un diagnóstico de la Secretaría de Bienestar Social, articulada con otras entidades, evidenció que unificar tantas necesidades en un solo plan disminuía el impacto. Frente a la experiencia, se emprendió la construcción de siete políticas diferenciales, con el objetivo de reconocer la diversidad y atender cada sector desde sus particularidades. Se busca escuchar, identificar prioridades y diseñar estrategias reales de transformación.
Entre estas se destacan la política pública para mujeres y equidad de género y la de niños, niñas y adolescentes con fortalecimiento familiar; el reto es grande, se consideran aspectos que afectan a la niñez y a la adolescencia, como el consumo de sustancias, la deserción escolar y el trabajo infantil. La política de mujeres, en sí, busca que las tulueñas protagonicen la protección integral y diferencial, con puertas el reconocimiento como actoras relevantes en el tejido social municipal, buscando mitigar la victimización en sus hogares y fuera de ellos.
Este proceso nace de la articulación de cuatro actores: alcaldía, academia, sector privado y comunidad. Así, las políticas son legítimas y dejan de ser documentos fríos para convertirse en compromisos colectivos. Como señala la Coordinación de Infancia y Adolescencia, una política pública genuina no es únicamente prohibir o incentivar, sino escuchar y construir consensos que garanticen sostenibilidad ininterrumpida.
Tuluá demuestra que es posible pasar a la acción: mujeres reconocidas, niños y adolescentes escuchados, y familias vistas como aliadas. Lo que se está construyendo es más que políticas: es una forma de gobernar, donde cada decisión se toma con todos y no a sus espaldas.