En columnas anteriores escribí sobre el problema de los departamentos del Cauca y Nariño, relativo a interconexión con el resto del país. Lo abordo de nuevo porque en ocasiones éste se agudiza.
Así, la vía Panamericana que comunica a los departamentos indicados con los demás puntos de Colombia, en invierno se vuelve intransitable por los deslaves, que causan prolongadas esperas, debido a la respectiva limpieza. Esto, afecta la economía porque muchos productos se pierden.
Por otro lado, pacientes graves remitidos a Cali, por proximidad territorial, deben esperar por tiempo indefinido para continuar su viaje. Algunos fallecen y otros viven un suplicio por la intensificación de sus males. Ahora bien, cuando se habilita la carretera, las protestas sociales y demás eventos que son de conocimiento público pueden comprometer la integridad de los viajeros. Ante esto, se diría que se debe recurrir a la vía aérea.
Surgen aquí, por lo menos dos obstáculos. Uno. Costo: viajar a Pasto desde Cali o viceversa es más costoso que ir a otros lugares de la geografía nacional, asunto extraño, debido a la distancia que separa a Pasto de Cali. Dos: En invierno el aeropuerto de Pasto no opera cuando la neblina dificulta la visibilidad, fenómeno recurrente en dicha temporada.
En verano, la intensidad del viento, a veces impide el aterrizaje, hecho que ocasiona gastos adicionales a las aerolíneas y a los pasajeros, además del estrés que generan las turbulencias y la imposibilidad de llegar al destino programado. Muchos aeropuertos del mundo cuentan con lugares alternos para aterrizar en caso de imprevistos. El aeropuerto de Ipiales sería una alternativa en estos casos.
Se podría decir que éste no se puede considerar por su estado actual o por cuestiones administrativas, pero si hay voluntad se pueden resolver los obstáculos. Es hora de hacer algo por los territorios en cuestión, que, por lo anotado, han visto reducidas sus posibilidades de progreso.