Al cumplir 12 años de su pontificado, el Papa Francisco deja un legado de misericordia, inclusión, justicia y paz en un mundo moderno envuelto en múltiples conflictos sociales, políticos y económicos, con grandes dificultades por resolver. En medio de estos desafíos, el Papa siembra palabras de esperanza, optimismo y fraternidad.
Los temas que ha abordado desde una perspectiva general sirven para su aplicación en cada caso particular de las naciones, donde la gente, católica o no, es la prioridad de sus discursos. Hace un llamado urgente a trabajar por los más pobres y vulnerables, dejando de lado la política del “descarte” y haciendo énfasis en la inclusión dentro de una sociedad secularizada, que ha hecho del “narcisismo” el eje central de su existencia.
Esta sociedad niega la existencia de Dios como conductor de la historia, centrando su vida en la satisfacción de deseos egoístas que, en muchas ocasiones, conducen a la depresión, la soledad y a la creación de su propio infierno.
Al escoger el nombre de Francisco, el Pontífice quiso hacer presente al Santo de Asís, quien se despojó de todas sus riquezas para dedicarse a servir a los más pobres de su tiempo, y dar un rumbo mucho más misericordioso a la Iglesia y a sus creyentes. Así, renovó el espíritu de Jesús, quien dio su vida por la salvación de todos, en todos los tiempos, ya que su mensaje perdura a través de la historia y es seguido por la gran mayoría de hombres y mujeres de buena voluntad.
Su preocupación por la crisis climática quedó plasmada en la encíclica Laudato si’, donde plantea una solución integral para resolver los problemas del calentamiento global.
Este documento se convierte en una de las mejores fuentes de investigación para que todos contribuyan al cuidado de la “casa común”, instando a los gobiernos a tomar las medidas necesarias para trabajar solidariamente en la solución del cambio climático. Es un documento de obligada lectura para todas aquellas personas dispuestas a defender la naturaleza de forma integral, dejando de lado el egoísmo en la búsqueda del bienestar colectivo en todos los países.
Ha sido polémico en algunas de sus decisiones, que lo colocan en el “filo de la navaja”, como el tema de la inclusión, en el que hace un llamado a no rechazar absolutamente a nadie, por diferente que parezca, ni siquiera a aquellos con ideas que no se comparten desde el punto de vista religioso. Sin embargo, su profundo conocimiento del ser humano, su espíritu de servicio y su amor por los más vulnerables lo convierten en un hombre de paz, misericordia y justicia, escuchado en todos los pueblos en conflicto. Es una persona en oración permanente por la paz, la fraternidad y el amor.
El Papa Francisco ha acercado la Iglesia al clamor del mundo actual, cuyos pensadores, dirigentes e ideólogos están orientados, desesperadamente, a negar la existencia de Dios y a convertirse en pequeños dioses de su propia vida, centrados en la búsqueda de la felicidad sin encontrarla, engreídos en sí mismos y siempre insatisfechos. El testimonio del Papa Francisco, en su lecho de enfermo, pleno de serena paciencia, es un ejemplo maravilloso, no solo para los creyentes, sino también para todos los hombres de buena voluntad.