Ha dado mucho de qué hablar el rifirrafe entre la periodista y presentadora Vanessa de la Torre y la siempre controvertida senadora María Fernanda Cabal, quienes convirtieron la cabina de Caracol Radio en un ring de boxeo y en una pelea al mejor estilo de los pugilistas mexicanos que se hacen matar antes que caer a la lona, víctimas de un golpe fulminante o un nocaut.
Para dejarlo en términos pugilísticos debo decir que las dos pegadoras se fajaron en un intercambio de golpes (léase palabras) que hicieron vibrar al respetable público que no perdía un segundo de cada asalto con la esperanza de ver alguna de las dos, de bruces en el piso lamiendo el sabor amargo de la derrota.
Sin árbitro de por medio, el combate entre La Torre y la Cabal sin duda tenía que irse a la decisión de los jueces que en este caso serían los oyentes de la estación de radio y a los que se sumaron los cibernautas que siguieron la pelea en diferido. Esa decisión, en un país donde la polarización está en niveles exorbitantes no podía ser otra que un empate técnico, pues las dos salieron con moretones, hinchazones y hematomas derechito a la hielera para tratar de bajar los ánimos y preparar el próximo encuentro, pero en pie.
Pero yo, que hice parte de los jueces quiero dar mi veredicto y en esta ocasión sin temor a equivocarme (respeto su opinión) quien salió perdedora fue la laureada periodista colombiana, pues sin darse cuenta o de pronto sí, terminó yéndose contra las cuerdas al dejar que la política con su habilidad le lanzara los golpes más certeros que terminaron por sacarla del contexto, perdiendo la compostura y asumiendo posiciones extrema y dictatoriales, las mismas que ella critica con severidad.
Vanessa de La Torre, desde mi juicio salió perdedora en las tarjetas porque se dejó noquear por la emoción, se salió de control y permitió ver el lado humano de los que hacemos periodismo donde tristemente tomar partido en temas y causas políticas se ha vuelto común. En pocas palabras, el ego del poder que da un micrófono y un medio la arrojó fuera del cuadrilátero.