Profunda huella dejó el Papa Francisco durante sus 13 años de pontificado dirigido, especialmente, a llevar alivio y consuelo a los más pobres y los más alejados del mensaje evangélico y al mismo tiempo conmovió los cimientos de las naciones más poderosas para que nunca olvidasen a los más humildes en sus respectivos programas de gobierno.
A los Cardenales que elegirán un nuevo Pontífice, luego del funeral solemne hoy en la Catedral de San Pedro, les corresponderá una tarea muy difícil en momentos de suprema crisis mundial, cuando todo lo enseñado hasta el momento y que se creía inconmovible, es cuestionado y hacer creer que se puede vivir centrado solamente en el hombre y su esfuerzo sin necesidad de Dios.
Es necesario un nuevo Papa que, iluminado por las luces del Espíritu Santo, aclare dudas, siembre certezas, infunda ánimo y esperanza, especialmente en la juventud, que tal parece, se encuentra despistada con la enorme cantidad de información que llega por las redes sociales y confunden sus mentes apenas en formación.
Deberá proponer al mundo católico y no católico, el verdadero sentido y propósito de la existencia, desde las mismas bancas de la escuela y de la familia, actualmente amenazada por lo que se ha llamado la ideología de género que confunde aún más el concepto fundamental, sostenido por tiempos remotos, acerca de la vida, la sociedad, el modelo político y social, que invita a la convivencia pacífica, la solidaridad y la paz.
Será igualmente aconsejable y continuar con mayor esfuerzo el llamado a la defensa de los recursos naturales, que se agotan sin lugar a dudas, y es urgente hacer presencia en los grandes escenarios de la política mundial en defensa de la “casa común” como la denominara el Papa Francisco en un documento de obligada lectura y acatamiento, “Laudato Sí”.
Igualmente, será un Papa con el mensaje del Evangelio en sus labios, que invite a finalizar las guerras internas que afligen a varios países en el mundo y estar presente en cada uno de esos pueblos marginados que sufren las peores consecuencias, tal como lo podemos apreciar por los canales de televisión y las redes sociales, unido a lo anterior, existen graves problemas sociales y económicos que azotan muchos países, en donde la voz de la Iglesia con su mensaje evangélico es indispensable.
También es cierto que la Iglesia sufre una persecución, como nunca antes vista, la cercana Nicaragua es un clarísimo ejemplo, en donde se condena la predicación y los sacerdotes son expulsados de su propio territorio ,allí, el mensaje de Cristo deberá ser más fuerte que nunca, para que los perseguidos nunca pierdan la fe y la esperanza.
La inmensa actitud de agradecimiento de miles y miles de fieles ante el féretro del Papa Francisco, indica claramente la obligatoriedad de continuar trabajando juntos por un mundo mejor, en donde desaparezca la política del “descarte”, se evite al máximo las migraciones masivas, se defienda a los pobres y vulnerables de la sociedad.
El nuevo Papa deberá seguir siendo, luz para las naciones, esperanza para todos los pueblos, alegría para las generaciones futuras y fortalecer los principios inmutables, como la defensa de la vida, la verdad y el amor.